Verdades y mentiras sobre la salmonelosis

Todo el mundo ha oído hablar de la salmonelosis y es algo que tenemos presente sobre todo en verano. Es una de las enfermedades de transmisión alimentaria más comunes en la Unión Europea. No obstante, se desconocen muchos aspectos importantes para su prevención, y a la vez circulan diferentes mitos e informaciones falsas que pueden suponer un riesgo para la salud. Por eso es fundamental conocer más sobre esta infección y la bacteria que la provoca.

NO SOLO ESTÁ EN LOS HUEVOS

El primer mito que hay que desmontar es que la salmonelosis solo la provocan los huevos. Evitar comer tortilla y mayonesa no es suficiente para prevenir la enfermedad. La bacteria responsable se llama Salmonella y se encuentra de forma natural en el intestino de los animales incluidos los humanos. Por lo tanto, el principal foco de contaminación son las heces. Los huevos, por lo tanto, están en contacto directo con las heces de las gallinas, por lo que son portadores de esta bacteria, sin embargo, en 2019 solo el 37% de los brotes se originó por el consumo de este producto. Muchas carnes también pueden contener Salmonella, por contaminación en el proceso de despiece. Pero realmente la transmisión fecal se puede producir de muchas maneras y afectar a cualquier producto. El uso de agua de riego contaminada, mala higiene de las personas que manipula el alimento, contacto con utensilios o alimentos contaminados…

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NO SOLO EN VERANO

Asociamos la samonelosis al verano porque es la época en la que más se transmite la enfermedad. En este periodo se cumplen varios factores que favorecen la infección: elevadas temperaturas, mayor consumo de ciertos platos, malas condiciones higiénicas de algunos establecimientos, etc. Es cierto que la bacteria se desarrolla más rápidamente con las temperaturas altas, de hecho su rango ideal está entre 35 ºC y 43 ºC; sin embargo, también puede crecer a temperaturas bajas de hasta 5º C, por lo que no debemos confiarnos en las épocas de frío. La Salmonella se reproduce rápidamente y puede duplicar un número en solo 20 minutos cuando la temperatura es superior a 20ºC.

ES INDETECTABLE

La ensaladilla rusa o el bocadillo de tortilla son algunos de nuestros platos favoritos del verano. Forman parte de nuestros menús playeros. El problema es que pueden estar contaminados sin que notemos absolutamente nada, ni en el aspecto ni en el sabor. Solemos creer que cuando un alimento está en mal estado, va a tener mal sabor o mal olor, pero esto no siempre ocurre así. De ahí que a veces tengamos problemas gastrointestinales sin sospechar siquiera su origen.

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LA SALMONELOSIS NO ES LA NÚMERO UNO

Aunque la incidencia de transmisión de salmonelosis es muy elevada, no es la enfermedad alimentaria más frecuente en la Unión Europea. En realidad, el puesto número uno lo ocupa la campilobacteriosis, causada por la bacteria Campylobacter. Los reservorios principales son aves de corral y el ganado porcino y vacuno. Se transmite mediante la ingestión de los microorganismos en alimentos crudos o mal cocinados y el agua contaminada. Los síntomas son los de una gastroenteritis común: diarrea, náuseas, vómitos, fiebre y dolor abdominal.

SE PUEDE AGRAVAR

Otra idea errónea es que la salmonelosis causa una simple diarrea que en un par de días se soluciona. Sin embargo, es uno de los muchos síntomas de esa enfermedad alimentaria. En la mayoría de los casos, en adultos sanos, se presenta con fiebre, náuseas y malestar abdominal, y no se requiere tratamiento, más que descansar e hidratarse. Pero en ocasiones la enfermedad se puede complicar, especialmente en ancianos, niños o personas inmunodeprimidas. Algunos pacientes pueden desarrollar otras patologías como artritis reactiva o meningitis.

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COMO PREVENIR LA SALMONELOSIS

Teniendo más clara toda la información sobre esta molesta bacteria, estas son las medidas que tenemos que tomar para prevenir su transmisión:

  • Lavar con frecuencia las manos, sí como los utensilios y los alimentos que vamos a consumir crudos. El lavado tiene que ser cuidadoso y a conciencia.
  • Separar utensilios de cocina según alimentos. La contaminación cruzada hay que evitarla también manteniendo separados los alimentos limpios de los que aún no se han lavado.
  • Refrigerar los alimentos perecederos y las sobras de comida. No deben quedar fuera de la nevera excepto el tiempo justo para templarse. Congelar es otra buena opción.
  • Asegurarnos de cocinar bien los alimentos, especialmente los de origen animal.