En los confines de Burgos, a pocos metros de la provincia de Cantabria donde se bifurca el camino hacia Santander y Reinosa, se yergue una pirámide escalonada. La edificación es visible desde la carretera nacional y es normal preguntarse lo que simboliza la curiosa construcción, que no tiene ninguna indicación y ni siquiera acceso formal.
La estructura recuerda los combates acaecidos en la zona entre el 14 y el 17 de agosto de 1937, en plena Guerra Civil española. En el marco de la sublevación de julio de 1936 la mayor parte de la Cornisa Cantábrica se mantuvo fiel al Gobierno de la II República, mientras que las zonas circundantes se sumaron al levantamiento. La situación en esta inmensa bolsa se deterioró mucho en septiembre de 1936, cuando Guipúzcoa cayó ante las fuerzas nacionales, perdiéndose el vital acceso directo a Francia.
Durante los siguientes meses el Frente Norte republicano se fue deteriorando inexorablemente. Los acontecimientos se aceleraron tras el fracaso del intento de Franco por conquistar Madrid, ya que esto le hizo enfocarse en vencer en una guerra lenta, pero con una victoria más segura. En junio de 1937 las fuerzas franquistas, encabezadas por los requetés navarros, ocupaban Bilbao y los republicanos, intentando salvar a la cuasi condenada provincia de Santander (como se llamaba por entonces la hoy Comunidad de Cantabria), lanzaron la ofensiva de Brunete (Madrid) que pretendía desviar a sus enemigos. Tras la victoria del general Franco en la localidad madrileña, se dispuso a lanzar el ataque contra Cantabria con el apoyo de Alemania, pero especialmente de Italia. El país presidido por Benito Mussolini había desplegado a finales de 1936 en España al denominado Cuerpo de Tropas Voluntarias o Corpo di Truppe Volontarie (CTV); estos hombres, aunque en ocasiones adolecían de un buen entrenamiento y una gran moral de combate, gozaban de un material y armamento, y sobre todo de una logística, mucho mejores que el resto de las fuerzas contendientes terrestres.
El día 14 de agosto comenzó el esperado ataque masivo sobre Santander, en el que los italianos fueron muy relevantes, dado que su misión consistía en conquistar el Puerto del Escudo, una de las tradicionales vías de acceso que, puesto que el ataque era bastante previsible, estaba fortificado, contando los defensores republicanos incluso con carros de combate. El día 17 lograron vencer y hacer huir a los republicanos, pudiendo empezar una carrera hacia la costa en la que finalmente lograrían tomar Santander, además de forzar la vergonzosa rendición del ejército del PNV en la localidad de Santoña.
Aunque la importante victoria le costó al CTV unas 2.000 bajas, incluidos 384 militares muertos en la zona de la Sierra del Escudo. En 1938, ya cerca de la victoria final, el general Franco quiso agradecérselo a sus aliados, entre ellos a los transalpinos. Probablemente por ello se forzó a prisioneros republicanos a construir esta pirámide, que recordaría a la que se hizo construir el magistrado romano Cayo Sestio en el siglo I A.C. como su lugar de descanso, y que podemos ver hoy en día al sur de la Ciudad Eterna.
La construcción se inauguró el 26 de agosto de 1939, coincidiendo con el segundo aniversario de la rendición de Santander a las tropas del CTV. La pirámide de 20 metros de altura es escalonada, a diferencia de las lisas egipcias. Dentro de ella en la primera planta hay 372 pequeños columbarios, que contuvieron los restos de los caídos, repartidos en la cámara cuadrangular, y en cada uno de éstos había una placa para identificar al finado. Los 12 oficiales muertos recibieron un tratamiento especial, todavía se puede bajar a la cripta donde estuvieron enterrados. En el interior de la pirámide hay un letrero donde se puede leer “presente” tres veces, un grito de respeto ante los caídos tradicional en el fascismo italiano y en el falangismo español.
Hasta que se construyó la pirámide los muertos estuvieron enterrados en cementerios provisionales, siendo luego trasladados al monumento. El monumento lo inauguró, junto con las autoridades del régimen de Franco, Galeazzo Ciano, el por entonces ministro de Exteriores de Italia y yerno de Mussolini. Todavía se especula si una gran M inscrita en la entrada del monumento significa Mussolini o simplemente Moritorio, que es cementerio en italiano.
Esta gran estructura fue cayendo en el olvido con la derrota del Eje en la II Guerra Mundial. Tras terminar ésta, el gobierno italiano, que seguía siendo el propietario de la mole de 20 metros de altura, contrató a un pastor para mantener el sitio y enseñárselo a los visitantes. Gran parte de éstos eran italianos familiares y excompañeros de los allí enterrados. En mayo de 1971 un autobús en el que iban excombatientes del CTV fue a la pirámide, donde homenajearon a sus compañeros caídos y luego fueron hacia el norte siguiendo la ruta por la que hacía 34 años habían continuado a Santander. En dicho trayecto tuvo lugar un grave accidente, que costó la vida a 11 de sus ocupantes, lo que motivó al gobierno italiano a trasladar los cuerpos de la pirámide. Los reclamados fueron a petición de sus familias de vuelta a su país, y los que no, fueron a Zaragoza a la iglesia de San Antonio de Padua, donde reposan en la anexa torre de los italianos cerca de 3.000 de éstos. Este templo fue financiado por Mussolini para los caídos del CTV aunque, dado que se finalizó tras la muerte del dictador, también acogió a algunos de los italianos que lucharon en favor del Gobierno del Frente Popular, en su mayoría encuadrados en la XII Brigada Internacional, también denominada como “Garibaldi”.
En la actualidad el abandonado antiguo cementerio burgalés está plagado de grafitis políticos con las habituales contestaciones ideológicas, además de restos de botellones, siendo sus visitantes una serie de curiosos, que solo ven rondando algunas vacas en las cercanías de la olvidada pirámide fascista sita en España.