Moncloa da el visto bueno a Borrell para fichar a Camilo Villarino y atar un cabo suelto del caso Ghali

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no solo se dedica a elaborar una estrategia para ganar las elecciones. También quiere que le PSOE no presente más agujeros en el barco en lo que queda de legislatura. Uno de esos posibles flecos sueltos es el caso Ghali, ese por el cual la exministra de Exteriores Arancha González Laya se apresuró en acoger al líder militar del Frente Polisario Brahim Ghali dinamitando las relaciones con Marruecos. Uno de los flecos sueltos era el que fuera jefe de gabinete de Laya, Camilo Villarino, aún no estaba bien colocado. Ahora Josep Borrell ha recibido el visto bueno del Gobierno para colocarle como su propio jefe de gabinete en Bruselas. En Moncloa ya respiran tranquilos. Y más ahora que han reencauzado la relación con Marruecos.

Que haya tenido lugar el fichaje en este contexto ha sido algo muy comentado en Ferraz. No es que Villarino no tuviera buena relación con Josep Borrell, el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, pues ya trabajaron juntos con esta misma relación en 2017. Pero sí que había cierto grado de tensión en el Gobierno por ver cómo y dónde acabarían colocados todos los que conocen el caso Ghali, ese por el cual el Ministerio de Exteriores mantuvo un papel muy activo en conjunto con el Ministerio de Defensa para acoger a un líder militar del Frente Polisario a sabiendas del riesgo que suponía para las relaciones internacionales entre Marruecos y España. Ahora, Borrell ha recibido el visto bueno de Moncloa para darle cobijo después de que saliera desimputado del caso, pese a que conoce bien lo ocurrido entonces.

Este fichaje tiene, según detallan fuentes del PSOE, mucho que ver con la necesidad imperiosa que tiene el Gobierno de mantener bien las relaciones internacionales con Marruecos. El giro radical que ha dado el presidente con respecto al reconocimiento de la soberanía del rey Mohammed VI en el Sáhara Occidental ha traído complicaciones diplomáticas con otros países como Argelia. Y ahora dinamitar esta nueva relación con Marruecos por el caso Ghali no era una opción, razón por la que el Ejecutivo ha dado el visto bueno a Borrell para que fichara a quien también fue jefe de gabinete de Arancha González Laya. Tapar el caso Ghali no es una obsesión, pero sí una preocupación que el Gobierno quería quitarse de encima cuanto antes.

Villarino estuvo muy implicado en el caso Ghali. Tanto, que incluso fue imputado para esclarecer qué ocurrió con todo este asunto que envolvió también al Ministerio de Defensa de Margarita Robles. El fichaje del que ahora será jefe de gabinete de Borrell en Bruselas ha pasado desapercibido para todos menos para el LinkedIn del desimputado, donde sí ha anunciado a bombo y platillo que ha vuelto al ruedo político. Lo que no se detalla es que Moncloa ha tenido que dar el visto bueno a este fichaje. Y tampoco de que lo han hecho porque querían evitar posibles filtraciones futuras sobre el caso Ghali, ahora que ya no habría consecuencias legales para él.

Para España, la buena relación con Marruecos se ha convertido en una obsesión. Y saben que las consecuencias del caso Ghali aún escuecen a nivel diplomático en algunos puntos. Colocar a este exdirigente en la órbita de Borrell ha sido fácil entre otras cosas porque el propio exministro de Exteriores así lo quería. El problema es que pese a que Borrell estaba deseando volver a ficharle, la imputación del jefe de gabinete de Laya hacía imposible que el PSOE viera con buenos ojos dar cobijo bajo el ala de un exministro socialista a alguien que todavía estaba en una situación complicada. Desde el mismo momento en el que desimputaron a Villarino, se abrió una ventana de oportunidad para el alto cargo de la UE.

La única condición que se ha impuesto, aunque no se ha comentado abiertamente en el PSOE, es que los pasos de Villarino no se crucen con Marruecos. España tiene esta relación como uno de los puntos más delicados que José Manuel Albares se ha dedicado a reconstruir con la ayuda espontánea de alguna que otra carta polémica del presidente del Ejecutivo. La idea de mandar a Villarino a Bruselas hace que más de uno respire tranquilo en Moncloa. Pero eso no quita que su labor diplomática vaya a dar algún que otro susto al Ejecutivo.