El Papa condena el atentado en el norte de la República Democrática del Congo en el que murieron siete personas

El Papa ha condenado el atentado en el norte de la República Democrática del Congo en el que murieron al menos siete personas, entre ellas una monja, y ha lamentado que el país se está «tiñendo de sangre» con estos ataques.

«Observamos con horror los acontecimientos que siguen tiñendo de sangre la República Democrática del Congo. Deploro firmemente el inaceptable ataque que ha tenido lugar en los últimos días en Maboya, en la provincia de Kivu del Norte, donde fueron asesinadas personas indefensas, entre ellas una monja que trabajaba en la asistencia sanitaria», ha señalado el Papa tras la audiencia general de este miércoles.

Asimismo, ha pedido oraciones «por las víctimas y sus familias», así como por la «comunidad cristiana y los habitantes de esa región, agotados por la violencia desde hace demasiado tiempo». A continuación, el pontífice ha renovado su llamamiento –como ya es habitual los miércoles– por Ucrania para lograr «una paz duradera» en la región.

Durante la catequesis –que el pontífice ha dedicado al discernimiento– ha remarcado que este proceso «lógico» sino que se centra en las acciones, y «las acciones tienen una connotación afectiva, que debe ser reconocida, porque Dios habla al corazón«.

Así ha hablado de «la desolación» como una experiencia que «todos» de alguna manera han probado al tiempo que ha instado a no querer liberarse de este sentimiento. «El problema es cómo poder leerla, porque también tiene algo importante que decirnos, y si tenemos prisa en liberarnos de ella, corremos el riesgo de perderla», ha señalado.

El obispo de Roma ha afirmado que «una vida siempre alegre, feliz y satisfecha», además de «no ser posible», tampoco sería buena». «El cambio de una vida orientada al vicio puede empezar por una situación de tristeza, de remordimiento por lo que se ha hecho«, ha asegurado.

Por todo ello, ha pedido a los fieles que aprendan «a leer la tristeza». «En nuestro tiempo, está considerada mayoritariamente de forma negativa, como un mal del que huir a toda costa, y, sin embargo, puede ser una campana de alarma indispensable para la vida, invitándonos a explorar paisajes más ricos y fértiles que la fugacidad y la evasión no consienten», ha concluido.