Marruecos: un actor estratégico en la lucha contra el hambre 

El número de personas que padecen hambre, tras décadas de disminución, comenzó a aumentar de nuevo en 2015. Las estimaciones actuales indican que cerca de 690 millones de personas en el mundo padecen hambre, es decir, el 8,9% de la población mundial, lo que supone un aumento de unos 10 millones de personas en un año y de unos 60 millones en cinco años. El cambio climático, las consecuencias económicas de la COVID-19, están entre las causas más directas de esta tendencia negativa.  La guerra en Ucrania ha exacerbado la tendencia inflacionista, sobre todo de las materias primas, en las economías mundiales suponiendo un importante riesgo a la seguridad alimentaria global. Además, las restricciones de exportaciones ucranianas y rusas de trigo, maíz y cebada impiden, de manera directa, asegurar el alimento básico de millones de personas.

Las Naciones Unidas son claras en este sentido: es necesario llevar a cabo un cambio profundo en el sistema agroalimentario mundial si queremos alimentar a más de 820 millones de personas que padecen hambre y a los 2000 millones de personas más que vivirán en el mundo en 2050. El aumento de la productividad agrícola y la producción alimentaria sostenible son cruciales para ayudar a aliviar los riesgos del hambre.

Los fosfatos, con su enorme poder fertilizante, están llamados a ser una de las claves en la superación de este reto de la humanidad por su potencial rol en el necesario incremento de producción de alimentos. Sin embargo, solo cinco países tienen fosfato accesible y en cantidades suficientes para ofrecerlo al mercado mundial. Rusia y China, entre los principales exportadores, prohibieron su venta al exterior el pasado otoño, y todo indica que no levantarán la prohibición en tiempos de guerra y crisis global. Entretanto, Marruecos posee un 70 % de las reservas mundiales de fosfato, así, que está llamado a tener un papel de importante relevancia en la seguridad alimentaria mundial.

La seguridad alimentaria requiere el desarrollo de una visión internacional integral que aborde cuestiones de producción, distribución, acceso, utilización y estabilidad. Esto implica coordinación entre países para crear un sistema en el que los roles estén definidos con precisión. Marruecos, consciente de su potencial como actor estratégico para contribuir a alcanzar la seguridad alimentaria a nivel mundial, está apostando por una política integrada en lo relativo a los fosfatos. En este sentido, el reino alauita, en consonancia con las iniciativas de Naciones Unidas para el desarrollo sostenible, lleva años apostando y progresando de manera decidida en ese enfoque integral, que tiene como objetivo garantizar la disponibilidad de alimentos, promover el desarrollo agrícola y rural sostenible, priorizar la protección de los recursos naturales y adaptarse al cambio climático, integrando otras estrategias e iniciativas del país como el INDH, Bosques de Marruecos 2020-2030, la Estrategia de Pesca o el Programa de Empoderamiento Económico de las Mujeres.

La comunidad internacional no puede ser ajena a esta realidad y debe de tomar consciencia de que la lucha contra el hambre es una cuestión global que debe de ser impulsada desde una perspectiva armónica, apoyando en sus iniciativas productivas a aquellos estados con mayor potencial para contribuir a alcanzar la seguridad alimentaria global.