Con acosadores, violadores y una caterva de toda laya pidiendo la reducción de penas y la excarcelación en algunos casos, con el IPC por las nubes, con el anuncio de la posible reforma de la malversación, la reducción del delito de sedición, con un país al borde de la crisis… el segundo mensaje más importante del líder de la oposición fue anunciar que no presentará una moción de censura contra el presidente. Y cayó en la trampa.
Cuando Feijóo llegó a la presidencia del Partido Popular se debatió cómo harían para que el nuevo líder de la oposición pudiera confrontar al presidente del Gobierno ya que no era diputado nacional. Decidieron hacer dimitir a uno de los senadores gallegos por designación autonómica para hacerle hueco al nuevo líder y trasladar los debates semanales del Congreso de los Diputados al Senado. No serían con la misma periodicidad ni con los mismos tiempos, pero darían la oportunidad a Feijóo de exponer su agenda de gobierno y presentar cara a Pedro Sánchez.
Las expectativas que tenía todo el mundo en Feijóo eran exorbitantes. Creían que en cuanto se subiera la tribuna machacaría a Sánchez. Sin embargo, confrontar con el presidente del Gobierno en el Senado no es lo mismo que hacerlo en parlamento gallego, desde la comodidad de la mayoría absoluta que ostentaba. El primer cara a cara lo ganó Sánchez.
El control de daños que desde Génova se hizo sirvió para advertir que los modos sosegados y la centralidad de la que hace gala el líder gallego era criticado por los medios nacionales conservadores y por la líder madrileña de su partido. Así, en el segundo debate salió al ataque y lo ganó por puntos. Sánchez pensó que Feijóo volvería a ser Feijóo pero se encontró con un líder que empezaba a entender que Madrid no es Santiago de Compostela.
Ayer se celebró el cuarto cara a cara, el más breve de todos. La situación no podía ser mejor para el líder de la oposición. Sánchez hace aguas como nunca y su gobierno esta al borde la implosión. Sin embargo, y contra todo pronóstico, Sánchez no solo ha salido vivo del fracaso de su ley del “sí es sí” y de la reforma ad hoc del delito de sedición, sino que ha conseguido el travestismo político perfecto de Feijóo. Hay quien dice ya que en el siguiente cara a cara se volverá a escuchar un “felón” en el hemiciclo.
En política, el arte de oratoria puede ser precioso para que las actas de las sesiones sean dignas de estudio para politólogos e historiadores, pero cuando estás en la oposición solo importan los totales: las frases redondas que serán titulares en los periódicos y de las que hablarán al día siguiente periodistas, comentaristas y todólogos de todo tipo. Y el equipo de Feijóo erró en los dos que eligió. Por un lado, lo obvio, “su gobierno está en llamas”. No hay español que no sepa que gobierna con Podemos pero el PSOE no soporta a Podemos. Lo mismo que ocurrirá si en las próximas elecciones la derecha suma y Feijóo tiene que lidiar con Abascal. Y el segundo total fue el que erró y supone un tiro en el pie del PP: no presentará moción de censura.
Sánchez necesita la radicalidad, necesita el ambiente hosco en el que los extremos sean quienes marquen el curso de la política. Con un ambiente crispado, VOX crece y el PP mengua. Con un ambiente crispado Podemos o el nuevo Sumar crecerá y le darán los números para volver a gobernar. Y Feijóo, con esas declaraciones, acaba de despertar al dormido Abascal. Ha situado el marco perfecto en el que VOX se sabe desenvolver y pescar electores. En las últimas encuestas todas las empresas sociológicas coincidían en la caída de voto que llevaban experimentando los de extrema derecha desde que la centralidad y moderación de Feijóo llegó a Génova 13. Sin embargo, les acaban de despertar. El próximo domingo Vox ha convocado una manifestación en Colón que probablemente sea multitudinaria. Allí, sus fieles seguidores le exigirán que presente una moción contra Sánchez. Y si Abascal fuera listo, lo haría y lo anunciaría en ese mismo momento. Y entonces ¿qué?
Sería una moción destinada al fracaso tras el amarre que ha hecho Sánchez a sus socios de investidura en torno a los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, volvería a situar, como ya hizo con Casado, la presión sobre el líder popular. Los medios conservadores y ciertos lideres presentes y pasados volverían a alzar la voz ¿Voto a favor, en contra, o abstención? Y durante unas semanas sólo se hablaría sobre si Feijóo es fuerte, débil o si es el adecuado para ser quien desaloje a Sánchez de la Moncloa. Vox perdería la moción, pero saldría reforzado, Feijóo cuestionado y Sánchez ganaría otro balón de oxígeno.
Hace mal Feijóo en pretender ser quien no es. Los resultados son tozudos. Desde la centralidad, la moderación y la proposición de alternativas se ganan mayorías absolutas hasta en feudos históricos socialistas como Andalucía. Si realmente quiere llegar a la Moncloa bien haría en procurar que cuando se mire al espejo su reflejo se parezca más a Juanma. Madrid es España pero España no es solo Madrid.