Pascua militar: tener un ejército, comprarse un ejército

La mañana de Reyes el sonido de los clarines, cornetas, el chocar de sables en el suelo, compite con el de los papeles de regalos desenvueltos. Felipe VI ha presidido su novena Pascua Militar desde que es Rey, la celebración de mayor etiqueta de las Fuerzas Armadas, en el palacio real de Madrid, una celebración marcada por la guerra de Ucrania y el importante esfuerzo inversor del Gobierno en Defensa.

La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la necesidad de disponer de unas fuerzas armadas competentes y suficientes. El orden internacional y la geoestrategia son incompatibles con ejércitos de soldaditos de plomo y parques móviles de museo. Cuando la ministra Margarita Robles intentó transferir al ejército ucraniano los carros de combate Leopard almacenados en los parques de la brigada acorazada, España hizo un enorme ridículo: los carros que estaban en reserva estaban inservibles, casi achatarrados.

DE LA AUSTERIDAD AL DESPRECIO

La sucesión de crisis económicas -desde la temprana financiera de 2008 hasta la actual- y el antimilitarismo naif de Rodríguez Zapatero dejaron en situación de coma a las fuerzas armadas españolas. La austeridad casi suicida de las legislaturas de Mariani Rajoy, lejos de solucionar problemas, los agravó. La llegada de Pedro Sánchez, con socios de extrema izquierda y separatistas, con el precedente de una entrevista desafortunada en la que dijo que prescindiría del Ministerio de Defensa, no alentaban las expectativas de mejorar la defensa de nuestro país.

Ahora España se enfrenta a un tardío ciclo inversor en defensa. Tanto la guerra de Ucrania como los compromisos con la OTAN -un 2% del PIB en defensa- han puesto en marcha los mecanismos de compras y selección de material. Pero una cosa es comprarse un ejército y otra muy distinta tenerlo.

El mando del Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el almirante general Teodoro López Calderón, está afrontando las actualizaciones más perentorias, como compras de determinadas municiones, misiles, y completar las plantillas de cazas con nuevas adquisiciones del Eurofighter. Lo que pasa es que los movimientos en defensa, singularmente en los complicados programas de armamento, no son como ir al súpermercado y agarrar unas decenas de blindados. Los plazos son largos, los programas industriales extraordinariamente complicados, requieren de una industria nacional de la defensa que también se encuentra en estado raquítico tras 14 años de compras de subsistencia, y encima el mercado internacional está en estrés por el rearme de prácticamente todas las potencias del mundo.

LOS PRECEDENTES DEL DRAGÓN Y EL S-80

Un ejemplo paradigmático es el del nuevo blindado 8X8 que deberá ser la espina dorsal del Ejército de Tierra, el Dragón. Esta evolución del Piranha norteamericano se está empezando a entregar con cuentagotas (menos de una decena de unidades) tras enormes problemas de diseño y constructivos. De hecho, diferentes fuentes del sector explican a MONCLOA.COM que el vehículo tiene defectos de diseño que acabarán por salir. España no se ha conformado con adquirir los Piranha -vehículo de combate que usan los Marines americanos-, sino que lo ha rediseñado, remotorizado e integrado una torre de combate que ha diseñado la española Escribano.

Es un problema clásico de los programas de adquisición de armas de las fuerzas armadas españolas. Son tan escasas las compras y tan esporádicas, que cuando se decide un programa como este, se busca el blindado casi perfecto, con capacidades absolutamente versátiles que cubran las carencias de otros materiales. El resultado es un diseño exclusivo, generalmente brillante, único, pero que es tan complejo que llega con años de retraso y cuando los conceptos estratégicos han cambiado. Un ejemplo típico es el del helicóptero de ataque Tigre.

España requirió de Airbus una versión tan especifica (helicóptero de ataque y destrucción, cuando el concepto que había en catálogo era el de ataque y protección), que los primeros aparatos tardaron casi una década en llegar a las Fuerzas Aeromóviles del Ejército y ni siquiera se pudieron usar convenientemente en la guerra de Afganistán, la larga y peligrosa misión que las tropas españolas cubrieron en Asia Central hasta hace un año. El hasta ahora fallido submarino S-80, que acumula nuevos retrasos, es otro ejemplo, con un diseño que se comenzó a trabajar al final de la década de los 90. Más de 20 años después, solo hay una unidad, con características diferentes, y que aún no ha sido entregado a la Armada.

Pese al innegable esfuerzo inversor del Gobierno de Pedro Sánchez, las fuerzas armadas siguen teniendo fuertes carencias y necesidades de inversiones que están sin decidir. Una de las más llamativas es la de la necesidad de continuidad en la aviación embarcada de la Armada. A los Harrier les quedan pocos años de vuelo y el único sustituto en el mercado -con posibilidad de despegue en vertical, imprescindible para poder operar en nuestro único portaeronaves, el Juan Carlos I- es el caza norteamericano F-35, un caza que además entusiasma al Ejército del Aire y del Espacio, que necesitará sustituir a los excelentes pero veteranos F-18. Pero, pese al aluvión de millones, inversiones y programas de armamento de este último año, no hay una decisión en firme respecto a este modelo de caza de quita generación que, además, es enormemente costoso.

LOS RECURSOS NECESARIOS

Pero en la clara y luminosa mañana de ayer, en la plaza de armas del Palacio Real, no se habló de estos problemas. Las correas, cascos, corazas y cascos de los caballos relucían, como corresponde a la espectacular aplicación de la Guardia Real. El Rey valoró que «la guerra de Ucrania ha hecho evidente la importancia de invertir en defensa», ante la necesidad de los Ejércitos y la Armada de contar con «los recursos necesarios que garanticen una formación de la máxima calidad, unas capacidades militares suficientes y de vanguardia tecnológica y una operatividad flexible y adecuada».

Felipe VI condenó el ataque ruso a Ucrania, que calificó de «injustificable, ilegal y brutal». Esta agresión, sostuvo el monarca, «ha hecho evidente» la importancia de invertir en defensa y mejorar las capacidades y medios con los que cuentan las Fuerzas Armadas.

En la misma línea versó el discurso de la minIstra de Defensa, Margarita Robles.que, ha subrayado este viernes el «esfuerzo» realizado por el Gobierno para aumentar el gasto en defensa en un contexto marcado por la guerra de Ucrania, que ve como una guerra contra toda Europa, contra los valores democráticos y la «coexistencia pacífica de las naciones».

Robles ha destacado el «importante esfuerzo» del Gobierno el pasado año para incrementar las capacidades de las Fuerzas Armadas, que se «redobla» en el año 2023 con un crecimiento del 25,8 por ciento en defensa en los Presupuestos Generales del Estado.

En los espectaculares salones del Palacio Real se han impuesto una veintena de condecoraciones a miembros de las Fuerzas Armadas. Medallas que, si los ciudadanos supieran a qué méritos obedecen, seguro que en algún caso estarían asombrados. Pero nadie se lo cuenta. Condecoraciones, medallas, discursos, himnos y uniformes. Fuera del recinto del Palacio Real, la ciudad era ajena a todo ello. En una de las principales radios nacionales, una tertuliana política habitual aseguraba que «el interés estará en el vestido que lleve la reina Leticia».

Leticia vistió un traje pantalón de color rojo, por cierto.