El pasado jueves 23 de marzo comenzó el Ramadán, una de las fechas más señaladas de las comunidades musulmanas de todo el mundo. Se extenderá hasta el 21 de abril y, a lo largo de las semanas, los fieles se someterán al ayuno habitual en las horas de Sol, lo que indica que no podrán comer ni beber durante varias horas al día. Aún así, este ayuno puede conllevar consecuencias en cuanto a la salud.
Aunque el ayuno apenas tiene consecuencias graves en el organismo de una persona, los primeros tres días de Ramadán son la clave. El cuerpo recurre a la glucosa almacenada en el hígado y en los músculos para proporcionar energía, una vez acaban las primeras ocho horas desde la última comida. Tras ello, la siguiente parada es la grasa, que da al cuerpo una fuente de energía extra para aguantar. Una vez el organismo se acostumbra al hecho de no comer durante largos periodos, se regula y la persona logra el objetivo de sobrellevar las consecuencias del ayuno prolongado.
Sí son comunes algunos síntomas como la debilidad o el cansancio, además de dolores de cabeza o mareos, que podrían ser peligrosos. Todo ello, al parecer, comienza a desaparecer cuando el cuerpo se habitua.