Las recientes compras de armamento por parte de Marruecos a Estados Unidos han caído en la opinión pública española como una bomba. Las reacciones varían entre un exagerado alarmismo y un imprudente desinterés.
Las últimas adquisiciones de nuestro vecino del sur son un lote de lanzacohetes HIMARS, de fabricación norteamericana, como los que están haciendo estragos entre las fuerzas rusas que han invadido Ucrania. La compra incluye sus correspondientes lotes de municiones de distintos tipos, desde simples cohetes tácticos hasta verdaderos misiles balísticos con alcances de cientos de kilómetros. Asimismo, también han adquirido bombas planeadoras de largo alcance para equipar a sus cazabombarderos F-16, algunas de ellas con capacidad antibuque. Un hipotético peligro para los buques de nuestra Armada.
Todo esto se encuentra en los documentos publicados hace unos días por la Agencia de Defensa y Cooperación Norteamericana (DSCA, en sus siglas en inglés), organismo que se encarga de analizar y, en su caso, aprobar las exportaciones de armamento. Su aprobación, que es lo que establece el documento, es el requisito indispensable para la compra, aunque esta debe aún materializarse. Será necesario que Marruecos disponga de los fondos necesarios para hacer frente a estas onerosas adquisiciones de armamento.
Ante estas posibles compras las reacciones en España han sido tan extremistas, tan españolas, que solo cabe analizar la información con rigor y tranquilidad y huir de los sensacionalismos. La reacción de alarma exagerada parte de la posibilidad de un enfrentamiento armado entre Marruecos y España. Esto es algo que se debe descartar desde el primer momento, por la sencilla razón de que no le interesa a Estados Unidos, principal aliado de las dos naciones ribereñas del Estrecho de Gibraltar. Tampoco interesa a Marruecos, ni a Europa, ni, por supuesto, a España. Solo le interesaría a aquel que busque la desestabilización de España o de Europa. Por lo tanto estas reacciones alarmistas solo pueden entenderse desde el desconocimiento de la realidad de las relaciones internacionales u otros intereses más oscuros.
También es un error pensar que estas compras de armamento visualizan un alejamiento de España y Estados Unidos. El apoyo de Estados Unidos a Marruecos está dirigido a consolidar a su principal aliado en el norte de África y a contener una posible expansión rusa por el Sahel, y, sobre todo, a hacer frente a las disputas, estas si serias y reales, entre Marruecos y Argelia. Esta es la verdadera razón que justifica este rearme del reino Alauita.
La relación militar entre Estados Unidos y España sigue tan fuerte como siempre, como demuestran la importancia de las bases de Morón y Rota para las fuerzas armadas norteamericanas, y la implicación de España en el apoyo a Ucrania y el refuerzo de los aliados de Europa Oriental ante la invasión rusa.
Tampoco es prudente no prestar la atención necesaria a estos temas. Marruecos se mueve muy bien en esa zona gris de continuas provocaciones y juegos diplomáticos, en los que hoy dice ser tu amigo para menospreciarte mañana. Un juego incómodo —para nosotros—de pequeñas acciones o declaraciones, que se explica desde la perspectiva de la comunicación interna entre el gobierno de Marruecos y su propia población. El populismo nacionalista permite al primero manejar a su propia opinión pública y evitar, que otros temas mucho más peligrosos para las autoridades del otro lado del Estrecho, encuentren un hueco en la agenda de los medios de comunicación del país vecino. El tema de Ceuta, Melilla e, incluso, Canarias o las aguas territoriales, salen cada dos por tres en los medios marroquíes, por no hablar del problema migratorio. En definitiva, son unas provocaciones que quedarán en nada si, desde España, se ejerce una adecuada disuasión, que debe ser sobre todo política pero también militar. La disuasión política se basa en la firmeza y la templanza para no acentuar los conflictos que irán surgiendo. La disuasión militar pasa por disponer de unos medios personales y materiales adecuados.
Lo que está muy claro es que la brecha tecnológica y de capacidades militares que existía entre España y Marruecos es cada vez es más estrecha. Estas nuevas capacidades del país vecino recortan esa distancia en gran medida. Ante estas noticias no cabe ni la alarma ni la dejadez, pero sí tomar muy en serio las cuestiones de defensa, para no tener que lamentarse en el futuro.