Un año más, uno de los festivales más conocidos del panorama musical español ha vuelto a destacar más por las controversias que por la música. La cara B de este Viña Rock 2023, un evento que ha agrupado a casi 25.000 personas en su 26º edición, ha sido la muerte repentina de un joven karateca y, como cada año, las denuncias en redes sociales de las condiciones laborales de los jóvenes trabajadores que acuden a Villa Robledo con la promesa de trabajar mientras disfrutas de los conciertos.
En la oferta de trabajo destacan que les ofrecen alojamiento y comida, además de transporte y entrada gratuita al festival a cambio de 6 euros la hora durante los tres días en los que transcurre el Viña Rock. La realidad es que, tal y como han denunciado trabajadores en varias redes sociales, la organización del festival estimó como suficiente habilitar el polideportivo para colocar colchones, algunos hinchables y otros de gomaespuma roídos, como lugar de ‘descanso’ de la plantilla.
Por otro lado, han destacado que el catering que incluían era de mala calidad, llegando a haber casos de gastroenteritis e intoxicaciones por las condiciones de la comida. Testimonios en redes sociales destacan que «la comida era asquerosa, y si parecían sobran, el couscous que nos dieron la verdura estaba agria»
Los trabajadores del Viña Rock suelen ser principalmente de la zona de levante. Este año fueron con unas condiciones laborales previstas, pero cuando llegaron les ofrecieron ampliar las horas de trabajo. Según fuentes de Moncloa.com, hubo personas que hicieron turnos de hasta 18 horas con 15 minutos para comer. Además, en el caso de los controladores, cuyo trabajo es estar solos en una zona manteniendo el orden y el control del recinto, no podían ir al baño si no aparecía un relevo que les sustituyera.
Una situación que se repite todos los años
La empresa que gestiona el Viña Rock ganó 23 millones de euros únicamente con este festival en el año 2022. Un evento que cada año anuncian como toda una experiencia musical y de encuentro, destacando su continuidad en el tiempo y el aumento de asistentes año tras a tras año. Sin embargo, la otra cara del Viña Rock es la que pueden vivir sus trabajadores y los vecinos de Villarrobledo una vez se marcha toda la masa y el pueblo se queda con sus habitantes y los kilos de basura que producen 250.000 personas en un espacio donde normalmente viven 25.000.
Por eso, fuentes de Moncloa.com destacan que todos los años ocurre lo mismo. Fue en 2019 cuando el sindicato CGT decidió denunciar las condiciones de limpiadores, camareros y controladores poniendo en el punto de mira al ayuntamiento del pueblo por su «permisividad» frente a las «condiciones abusivas» de una empresa que factura millones de euros en tres días. Al igual que este año, en 2019 los trabajadores también durmieron en el polideportivo, hicieron más horas de las acordadas por cuatro euros cada una y estuvieron expuestos a condiciones meteorológicas extremas sin agua o crema solar, más allá de la que les ofrecían los asistentes.
Fuentes sindicales alertan del problema que supone que «una empresa que obtiene un beneficio económico tan inmenso» puedan tener a los trabajadores en condiciones «irrisorias» y con retrasos en los pagos sin sufrir ninguna consecuencia. CGT denunció que «es insostenible física y ecológicamente, también en términos de seguridad y salubridad». A consecuencia de esto y de la muerte de un joven en esta edición, los grupos políticos de Villarrobledo están investigando las reclamaciones de este año.
La cara B del Viña Rock
Jóvenes con vasos decorados y llenos de cerveza, caras con purpurina y pintura mirando ilusionadas a sus grupos favoritos o una masa incontable de personas cantando y gritando a los pies de un escenario iluminado. Estas son las imágenes que la organización del Viña Rock muestra en sus redes sociales para resaltar la diversión que se desprende de pagar unos abonos que cada año suben más de precio. Sin embargo, detrás de esas fotos y hay un fotógrafo precario; detrás de ese vaso decorado hay cientos de jóvenes trabajando por unas condiciones laborales indignas y detrás de las caras sonrientes hay fuentes con el agua cortada, aglomeraciones de personas y colas interminables para entrar en unas duchas comunes.
La felicidad de ir de camping con los amigos queda fuera de las responsabilidades de la organización. La empresa gestiona el recinto donde se realizan los conciertos, el exterior depende del ayuntamiento. Por eso, más allá de las imágenes idílicas, las afueras del Viña Rock son hectáreas de viñedos que durante tres días son invadidos por miles de coches y tiendas de campaña que, cuando se retiran, dejan un pueblo invadido por la basura, unos trabajadores exhaustos que no saben cuando recibirán su jornal y una empresa con 22 millones de euros de beneficios.