Los nacionalistas catalanes emprendieron hace dos décadas la ‘catalanización’ de los nombres. La artimaña era borrar los nombres propios escritos utilizados comúnmente en España para hacerlos nombres de ‘país‘. Los ‘populares’ lo han denunciado en no pocas ocasiones, como hizo Alicia Sánchez-Camacho, la líder del PPC en el Parlament en 2014, con Artur Mas como presidente de la Generalitat.
En aquellas fechas, el PPC se burló de este cambio de nombre de forma satírica, mediante un vídeo, en el que se obligaba a un ciudadano apellidado García a pasarse a ‘Garriga’. Ese vídeo sentó a Mas como el ‘que us bombin’ de Xavier Trias pronunciado en el pleno del Ayuntamiento de Barcelona el pasado sábado.
Tutusaus Besante se presenta como Josep públicamente, pero en realidad se llama José, según aparece en el Boletín Oficial del Estado
Mas llegó a tildar al PPC de «extremista», el mismo líder de CiU que llegó a pactar con la CUP y ERC para tratar de romper España en el referéndum de 2014. Según afirmaron la bancada constitucionalista, el extremismo de la entonces casi extinta CiU era tal que «la realidad supera a la ficción». Sánchez-Camacho hizo referencia a la ley de Política Lingüística de 1998, rubricada por Jordi Pujol, el del 3% y que aún no ha pisado la cárcel por su evasión fiscal.
LA POLÍTICA LINGÜÍSTICA DE CIU, ADOPTADA POR EL CABEZA DE LISTA EN EL SENADO
La normativa, permitida por el PP de José María Aznar con el infame pacto del Majestic, era una alfombra roja para los catalanes que quisieran cambiar su nombre y apellidos de origen español por unos más catalanes. Así, un ‘Enrique’ suena peor que ‘Enric’ en los círculos independentistas y catalanistas. De Juan a Joan es otro de las modificaciones comunes, como de ‘José’ a ‘Josep’ -‘Pepe’ a ‘Pep’-.
El cambio de nombre sólo lo conocen los funcionarios y allegados, pero estas modificaciones suelen ser también públicas, como ocurre con las listas electorales. En las mismas, sólo se se pueden registrar los nombres que aparecen en el Documento Nacional de Identidad (DNI) y no el que se utilice de cara a la galería. Sánchez-Camacho lo denunció en su día al asegurar que si hubiera seguido los postulados de los nacionalistas de Pujol tendría que cambiar su apellido de Sánchez a Sanchís o Sanxís, pero la dirigente catalana tiro de orgullo para asegurar que nunca se lo cambiaría.
LA VICTORIA INDEPENDENTISTA: CAMBIOS DE NOMBRE EN EL PPC
Esta es sólo una muestra de mantener los principios frente a los postulados separatistas y catalanistas. Para los nombres, el trámite es aún más sencillo y es el seguido de forma no oficiosa por los acomplejados, especialmente quienes tienen que vérselas cada día con los independentistas en las Cámaras e instituciones. Ejemplo de ello es el jefe de campaña de Manu Reyes, José Tutusaus.
Tutusaus Besante se presenta como Josep públicamente, pero en realidad se llama José, según aparece en el Boletín Oficial del Estado. Bajo el nombre de ‘Josep’ aparece en las webs oficiales de la Diputación de Barcelona e incluso en la oficial del Partido Popular. El cabeza de lista por el Senado fue elegido por séptima vez consecutiva como alcalde de Pontons, con apenas unos 550 habitantes y una extensión más grande que L’Hospitalet, la segunda ciudad de Cataluña en cuanto a población se refiere.
Algunos históricos del PP de Barcelona hacen un flaco favor a la identidad propia cuando utilizan de forma oficial un nombre que no les corresponde. Todo por un síndrome de ‘Estocolmo’ o simplemente por el hecho de encajar mejor ante los ojos y oídos de la sociedad civil catalana. El nacionalismo y el catalanismo no sólo empobrece la convivencia entre culturas al imponer la suya frente al resto. Lo más grave es que en los en teoría constitucionalistas exista aún ese mantra de falsa integración.
LA INCOMPARECENCIA IMPIDE CRECER AL PPC
Estas son las pequeñas victorias del independentismo ante los ‘populares’, pero por incomparecencia de éstos últimos. Con Sánchez-Camacho, esta bancada azul obtuvo los mejores resultados de su historia, con 19 diputados. La situación se debió al desastre económico de Zapatero y no por la labor contra el separatismo. De hecho, aquel año, Sánchez-Camacho aplicó la ‘geometría variable’, con pactos con el PSC y el PPC indistintamente para aguantar en la poltrona. Dos años después se materializó la consulta separatista del 9-N. Esa vez no hubo 155.
Ahora el PP de Barcelona ha dado luz verde a un alcalde socialista. Collboni no necesita introducir a Ada Colau en su Gobierno municipal, tan sólo le basta con mantener todos los cargos de los ‘comunes’ en el llamado ‘sottogoverno’. Los cuatro concejales azules le han dado un regalo a los socialistas, que mantienen los pactos para poder expulsar al PPC de cualquier Ayuntamiento e institución, incluso a costa de pactar con la CUP.
Los socialistas, además, ya han acordado las Diputaciones de Lleida y Tarragona con ERC, mientras están a partir piñones con los de Xavier Trias para hacerse con la de Barcelona. Todo un gol por la esquadra, pero de nuevo sin nadie en la portería. Algún día volverán los ‘populares’ a dar la batalla que nunca debieron abandonar, al menos en Cataluña. Sus votantes aun la esperan y desean.