Cuando se desata un huracán hay una parte en la que se produce el cese de la lluvia y el viento y el cielo se despeja pero, a pesar de la calma, es cuando más cuidado se debe tener. Se trata de una falsa calma que permite al fenómeno natural cobrar una mayor fuerza destruyendo todo lo que se interponga a su paso.
Hay que tener en cuenta que los huracanes se generan a partir de centros de bajas presiones atmosféricas en aguas cálidas, de los que comienzan a circular fuertes corrientes de aire. De tal forma, que en el momento en que el agua se calienta, el aire permite que se eleve y se formen remolinos para así rellenar la baja presión. Como consecuencia, el aire y la intensidad del agua provocan un ‘vacío’ en el que no se crean nubes, y que es lo que se denomina como el ojo del huracán, por su forma circular. Hay ciertas señales que permiten detectar si nos encontramos en el centro del huracán, como que la temperatura sea hasta 10ºC mayor a la del medio ambiente.