El Sínodo aboga por profundizar sobre el celibato y aplaza renovar el diaconado femenino

La XVI Asamblea General del Sínodo sobre la Sinodalidad, convocada por el Papa Francisco, ha abogado por hacer una reflexión más profunda sobre la «obligación disciplinar» del celibato, ha apostado por el acompañamiento en temas como identidad de género y orientación sexual, y ha aplazado decisiones sobre las que hay mayor desacuerdo como el diaconado femenino.

El documento, de unas cuarenta páginas, ha sido aprobado este sábado por la noche tras cuatro semanas de trabajo de la Asamblea, que ha contado con 464 participantes, de los que 365 tenían derecho a voto, entre ellos por primera vez, los laicos y 54 mujeres.

Sobre el celibato, el texto señala que «todos aprecian su valor profético y el testimonio de conformación a Cristo» y apunta que «algunos se preguntan si su adecuación teológica con el ministerio presbiteral debe traducirse necesariamente en la Iglesia latina en una obligación disciplinar, sobre todo allí donde los contextos eclesiales y culturales lo hacen más difícil», un punto que ha contado con 291 votos a favor y 55 en contra.

Respecto a las opiniones sobre el acceso de las mujeres al diaconado, son diversas, ya que para algunos es un paso «inaceptable», «en discontinuidad con la Tradición»; para otros restauraría una práctica de la Iglesia primitiva, y otros lo ven como «una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos» para «renovar la vitalidad y la energía en la Iglesia». También están los que expresan «el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica, aceptando que la Iglesia se alinee con el espíritu de los tiempos«. Este punto ha contado con 277 votos a favor y 69 en contra.

Por ello, padres y madres sinodales proponen continuar «la investigación teológica y pastoral sobre el acceso de las mujeres al diaconado», utilizando los resultados de las comisiones especialmente creadas por el Papa y las investigaciones teológicas, históricas y exegéticas ya realizadas», con el objetivo de presentar los resultados en la segunda parte del Sínodo, que se celebrará en 2024, una propuesta apoyada por 279 votos a favor y 67 en contra. En todo caso, no se menciona el sacerdocio femenino.

Asimismo, el documento urge, con 319 votos a favor y 27 en contra, a «garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de toma de decisiones y asumir roles de responsabilidad en la pastoral y el ministerio» y recuerda que el Papa Francisco ha aumentado «significativamente» el número de mujeres en puestos de responsabilidad en la Curia Romana y dice que «lo mismo debería ocurrir en otros niveles de la vida de la Iglesia» y que «el derecho canónico debe adaptarse en consecuencia«.

En esta línea, proponen que las mujeres adecuadamente formadas puedan ser jueces en los procesos canónicos; y abogan por el lenguaje inclusivo, pidiendo que los textos y documentos litúrgicos de la Iglesia estén más atentos al uso de un lenguaje «que tenga en cuenta por igual a hombres y mujeres». Asimismo, reclaman «intervenciones decisivas y adecuadas» ante los casos de «abusos» a mujeres consagradas.

NO SE PUEDE FALTAR AL RESPETO A LA DIGNIDAD DE NINGUNA PERSONA

Además, los padres y madres sinodales advierten de que «los cristianos no pueden faltar al respeto a la dignidad de ninguna persona» y en concreto se refieren a las personas homosexuales o a las que «a causa de su situación conyugal o identidad» se sienten «marginadas de la Iglesia». En este sentido, invitan a acompañar, escuchar y no juzgar. No obstante, no se cita en concreto ni al colectivo LGTBI ni las bendiciones de parejas del mismo sexo.

Por otro lado, el documento propone «tomarse el tiempo necesario» para reflexionar sobre «cuestiones controvertidas incluso dentro de la Iglesia» como las «relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y los problemas éticos relacionados con la inteligencia artificial», recordando que «muchas indicaciones son ya ofrecidas por el Magisterio y esperan ser traducidas en iniciativas pastorales adecuadas».

También se anima al Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) a «promover» el «discernimiento teológico y pastoral sobre el tema de la poligamia» y «sobre el acompañamiento de las personas en uniones polígamas que se acercan a la fe«.

Igualmente, se recomienda «profundizar en el tema de la educación afectiva y sexual, acompañar a los jóvenes en su camino de crecimiento y apoyar la maduración afectiva de los llamados al celibato y a la castidad consagrada».

Sobre los abusos, se pide «una cultura de transparencia y respeto a los procedimientos»; se insta a «seguir desarrollando estructuras dedicadas a la prevención del abuso» y se apunta que «la delicada cuestión de la gestión de los abusos pone a muchos obispos en dificultades a la hora de conciliar el papel de padre y el de juez» por lo que se solicita «evaluar la oportunidad de encomendar la tarea judicial a otra instancia, que se especificará canónicamente.

Al mismo tiempo, las madres y los padres sinodales piden «escuchar con particular atención y sensibilidad las voces de las víctimas y supervivientes de abusos sexuales, espirituales, económicos, institucionales, de poder y de conciencia por parte de miembros del clero».

ACTITUDES HOSTILES HACIA LOS MIGRANTES

Respecto a los migrantes, el documento pide «una acogida abierta» ante las «actitudes cada vez más hostiles hacia los migrantes», y anima a respetar las tradiciones litúrgicas y las prácticas religiosas de los inmigrantes. En esta línea, urgen a «combatir el racismo y la xenofobia, especialmente en los programas de formación pastoral» y a «identificar los sistemas que crean o mantienen la injusticia racial dentro de la Iglesia».

Además, se refieren a los misioneros y el colonialismo, y proponen una «atención y sensibilidad particulares» así como «reconocer los errores cometidos» en «contextos en los que misión es una palabra llena de una herencia histórica dolorosa, que hoy obstaculiza la comunión» pues «en algunos lugares el anuncio del Evangelio ha sido asociado con la colonización e incluso con el genocidio».

En cuanto al colegio episcopal, se propone «potenciar y fortalecer» la experiencia del Consejo de Cardenales (C-9) y «examinar cuidadosamente si procede ordenar obispos a los prelados de la Curia Romana». Por otro lado, sugieren una reflexión y una atribución de mayor responsabilidad a las conferencias episcopales para hacer que el lenguaje litúrgico sea «más accesible» a los fieles.

Igualmente, ante el flujo de numerosos fieles del Oriente católico hacia territorios de mayoría latina, debido a recientes conflictos, piden que las Iglesias locales de rito latino, ayuden a los fieles orientales emigrados a «conservar su identidad», sin sufrir «procesos de asimilación».

DENUNCIA PÚBLICA DE LAS INJUSTICIAS

Por otro lado, se invita a la «denuncia pública» desde la Iglesia de «las injusticias, ya sean perpetradas por individuos, gobiernos, empresas o estructuras sociales», para luchar contra la pobreza y exclusión; y se precisa que la pobreza tiene muchos rostros, como el de los migrantes, las mujeres que sufren violencia, los ancianos abandonados, las víctimas de racismo o los trabajadores explotados, entre otros. Igualmente, señala entre los vulnerables a los niños que aún no han nacido y a los «nuevos pobres»: los que sufren la guerra o el terrorismo.

Precisamente, los padres y madres sinodales destacan que sus reuniones se han desarrollado en medio de «viejas y nuevas guerras, con el drama absurdo de innumerables víctimas» y aseguran que ha resonado en ellos «el grito de los pobres, de los que se ven obligados a migrar, de los que sufren la violencia o sufren las devastadoras consecuencias del cambio climático».