Domina la freidora de aire desde el principio: consejos expertos para evitar estos errores comunes

Sabemos que resistir la tentación de estrenar al segundo una nueva adquisición es complicado, casi quimérico. Más aún si lo que viene dentro de la caja, envuelto con la misma expectativa y cuidado que un tesoro, es el artilugio del momento: una freidora de aire (air-fryer). Te recomendamos que esperes a pulsar el botoncito (al menos lo que tardas en leer este artículo), pues he aquí unos consejos muy útiles de cómo empezar a utilizar tu deseada, eficaz y primera freidora de aire.

La llegada de esta herramienta a tu cocina promete transformar tus comidas, ofreciendo platos sabrosos con menos aceite que los métodos tradicionales. Sin embargo, hay errores comunes que pueden comprometer tus resultados culinarios o la durabilidad de tu freidora. Aquí te enseñaremos a evitarlos, garantizando una experiencia exitosa desde el primer uso. Conoce los secretos para no sobrecargar la canasta y los ajustes de temperatura ideales para diferentes alimentos. Prepárate para disfrutar al máximo de tu freidora de aire.

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Antes de encenderl la freidora de aire por primera vez

freidora de aire

Nada más abrir el paquete, verás que incluye varios accesorios aparte de la propia máquina: la rejilla, la bandeja o la canasta es indispensable a la hora de utilizar la freidora de aire. Dependiendo de la marca o del modelo, tendrás uno o varios de estos complementos.
Independientemente de los que sean, el primer paso es lavarlos con cuidado. Mientras dejas que se sequen, es hora de sacar, ahora sí, la freidora de la caja.

Colócala en una superficie lisa, resistente al calor y a unos 20 centímetros de la pared, de forma que, cuando expulse el aire caliente por detrás, haya espacio suficiente para que este fluya y no se recaliente el tabique. Igualmente, es recomendable dejar un hueco entre los laterales de la airfryer y cualquier otra pared. Recuerda, además, que la freidora de aire debe estar en un lugar accesible e identificable a simple vista; si la guardas con demasiado ahínco acabas olvidando que la tienes y, por lo tanto, no la utilizarás y será como no tenerla.

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