Prisa se ríe de las leyendas sobre Miguel Barroso, asesor de Felipe, Zapatero y Sánchez

Lo único que han compartido los tres presidentes socialistas del actual periodo democrático son los consejos de Miguel Barroso, líder natural, carácter fascinante y protagonista de una vida novelesca que le llevó a fichar hace cuatro décadas por El País tras engañar a Antonio Tejero, Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch al hacerse pasar por un joven militar afecto al golpismo ultraderechista del 23F.

Años después, Barroso se incorporó al gabinete de José María Maravall en el Ministerio de Educación y se empolló el debate de Nixon y Kennedy para asesorar al ‘sobrado’ González en el segundo debate de las elecciones de 1993 que sirvieron al entonces al presidente del Gobierno para retener el poder por sorpresa y sobre la bocina.

Este influyente periodista de juventud maoísta pasó toda la vida con un pie en el sector privado (FNAC o WPP) y otro en el público (secretario de Estado de Comunicación y director de la Casa de América bajo el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero).

Y toda la vida tuvo una relación de amor-odio con el Grupo Prisa, de la que ejercía de todopoderoso consejero y mano derecha del presidente Joseph Oughourlian tras haberse enfrentado con la compañía cuando alentó el nacimiento de La Sexta o ejerció de mano derecha de Carme Chacón en las primarias socialistas de 2012 que ganó Alfredo Pérez Rubalcaba, quizá en la única victoria felipista en tres décadas.

IRONÍAS SOBRE BARROSO

Jordi Gracia, subdirector de Opinión de El País, lamenta las leyendas que han perseguido a Barroso: «La imagen fabricada de un tentacular controlador mafioso de la actividad del grupo fue siempre mentira, por mucho que la derecha mediática repita obstinada e indocumentadamente —en público y en privado, y hasta el mismo día de su muerte— que Barroso era el consiliere, el capo mafia, el condukator del grupo con una intromisión continua en el periódico y en la SER para que todos a una secundásemos a Sánchez y nadie se saliese de la fila. No se sabe bien si mienten a sabiendas, incluso los más vaticanistas, o simplemente no saben lo que dicen, y hablan por hablar como conspiranoicos».

La directora del mismo periódico, Pepa Bueno, camina por el mismo sendero: «Hoy sería uno de esos días en los que nos reiríamos a carcajadas leyendo lo que se está escribiendo de nuevo sobre él, esos superpoderes que le permitían inspirar al sanchismo, asaltar empresas, maniobrar con accionistas, renovar redacciones, diseñar campañas electorales, controlarlas en los mítines, en las redacciones, en las redes, hacer portadas, editoriales, programas, susurrar al oído y cantar habaneras. Todo a la vez en todas partes. Esa caricatura que pasean quienes necesitan creer o hacer creer en grandes conspiraciones para justificar prosaicos fracasos personales».

EL HOMBRE QUE SIEMPRE ESTUVO AHÍ

Barroso se convirtió en jefe de prensa del ministro de Educación, José María Maravall, para el que trabajó como jefe de Gabinete entre 1983 y 1988. Pero los cantos de sirena de la empresa privada llamaron a su puerta, «España es el país de Europa donde es más fácil hacerse rico» decía el ministro Carlos Solchaga.

Y en uno de los continuos viajes de ida y vuelta entre empresa privada y sector público, Barroso ‘se aseguró el riñón’ vendiendo publicidad y alquilando sus saberes en consultoría de comunicación. Eso sí, el PSOE no se olvidó de él.

BARROSO Y FELIPE GONZÁLEZ

Mayo de 1993. España mira a USA e implanta los cara a cara electorales con los que el bronceado Kennedy barrió al ‘borde’ de Nixon. Felipe González (tres mayorías absolutísimas, el PSOE en sus manos tras la caída de Alfonso Guerra, Latinoamérica lanzándole piropos por la Transición y convertido en estadista internacional, a pesar de que la corrupción y el crimen de Estado comenzaban a hacer barruntar su final) se enfrenta a Aznar. Y el ‘bajito’ expresidente castellano-leonés le barre por sorpresa.

En el PSOE cunde el pánico porque las encuestas pronostican sorpasso y en La Moncloa vuelven a reclamar los servicios de Miguel Barroso y José Miguel Contreras, dos ‘enredadores’ muy listos a los que, esta vez sí, Felipe González escucha. González se prepara el debate y le lanza dos puntapiés de baja estofa: el PP va a comprometer las pensiones y José María Aznar no se sabe su propio programa electoral.

El candidato socialista sale a hombros del debate, el PSOE retiene el poder por la mínima y Aznar nunca más se volvería a enfrentar a un debate.

BARROSO Y JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO

La guerra de Irak, el escándalo del Yak-42, el Prestige y las mentiras del Gobierno de José María Aznar sobre el 11M facilitan el triunfo en 2004 de José Luis Rodríguez Zapatero, que rescata a Barroso y lo convierte en su nuevo secretario de Estado de Comunicación con la intención de que regenere la RTVE ‘de Urdaci’ y que ensanche el espectro audiovisual progresista mediante la concesión de dos licencias analógicas en tiempos de TDT: la Cuatro a Polanco y La Sexta a Roures.

A La Sexta, amén de Roures, llegan el florentinista Antonio García Ferreras y una colección de inversores que acabarían perdiendo la camisa por las estrategias de Mediapro: Globomedia (que perdería los contratos de Telecinco y acabaría digerida por Roures), los mexicanos de Televisiva, Andreu Buenafuente o Karlos Arguiñano.

Y a ese proyecto que prometía jubilaciones doradas, y que simplemente fue el vehículo con el que Roures salvó la vida en la guerra del fútbol, llegaría el propio Barroso, que protagonizó una de las piruetas menos edificantes de la comunicación española: en 2005 dejaría la secretaría de Estado de Comunicación para fichar por la Casa de América, increíble pero cierto, y posteriormente se convertiría en director de nuevos proyectos del gigante publicitario WPP, accionista de La Sexta.

Es decir, Barroso acabó influyendo (lo poco que dejaba Roures y el silente Contreras) en la propia cadena que ayudó a fundar. El País lo contaba así en 2007: «Tanto Barroso como sus parientes directos han mantenido durante los últimos años negocios con los principales accionistas de La Sexta. Negocios que, en algunos casos, se prolongaron hasta su nombramiento como secretario de Estado de Comunicación. La Ley de Incompatibilidades de Altos Cargos vigente le exigía inhibirse de determinados asuntos relacionados con sus antiguos negocios».

BARROSO Y PEDRO SÁNCHEZ 

El País en tiempos ‘cebrianitas’ calificaba de «insensato sin escrúpulos» a Pedro Sánchez por su ‘no es no’ a Mariano Rajoy. Ciertos ‘tótems de la Transición’, que no consiguen limar su arrogancia, no esperaban que aquel candidato socialista iba a ganar las primarias y convertirse en el tercer presidente del Gobierno socialista del actual periodo democrático.

Y en esta tercera etapa no podía faltar Barroso, que tutelaba Prisa Media con sus conocimientos y sabía que, además de dar consejos respecto a las estructuras y nuevos negocios del grupo, debía dirigir políticamente una compañía que tanto sigue influyendo en el progresismo español mayor de 45 años (que es el más importante por nuestra envejecida pirámide poblacional).

Barroso, uno de los escasos directivos progresistas de la conservador sistema mediático español, aplaudió la caída de históricos directivos que vivieron el esplendor del ‘polanquismo’ (Augusto Delkáder’, Pedro García Guillén o Daniel Gavela) y fue uno de los autores destacados del Plan Estratégico gracias al cual El País acaba de rebasar los 350.000 suscriptores.

Descanse en paz.