Cierre judicial de Europa a las niñas de Aguilar de Campoo desaparecidas en 1992

El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha dado carpetazo final al caso de Virginia y Manuela, dos niñas palentinas de Aguilar de Campoo que desaparecieron en Reinosa en 1992 a la edad de 14 y 13 años cuando hacían autostop tras ser recogidas por un vehículo con matrícula de Valladolid.

El Tribunal Constitucional español decidió el pasado año no reabrir la causa por la desaparición de Virginia Guerrero y Manuela Torres en 1992, petición que había hecho la familia a través de los letrados Carmen Balzagón y Ramón Chippirrás, después de encontrar una testigo que afirmaba haber sufrido un hecho similar y otro que aseguraba que los cadáveres de las menores estaban enterrados en una mina.

De este modo, se mantiene el archivo de la causa acordada por la Justicia española, y solo se podría reabrir si apareciera algún indicio nuevo y fiable que diera pie a retomar la investigación o iniciar nuevas pesquisas.

La demanda en Estrasburgo fue interpuesta a principios de este año tras la negativa del Constitucional de admitir a trámite el recurso presentado por las familias en octubre de 2022 para reabrir la causa. El archivo definitivo ha sido resuelto hace sólo unos días.

Virgina Guerrero y Manuela Torres desaparecieron el 23 de abril de 1992, cuando tenían 14 y 13 años, respectivamente, y regresaban de una fiesta en la localidad de Reinosa, donde fueron vistas en la discoteca Cocos, después en el Parque Cupido, y luego a la altura de una fábrica donde hacían autostop y fueron recogidas por un coche SEAT 127 color blanco o claro. Esa fue la última vez que testigos presenciales pudieron verlas.

Una de las muchas incógnitas del caso es saber, porque se desconoce, cómo llegaron hasta Reinosa, a 30 kilómetros de Aguilar de Campoo, ya que a sus padres les dijeron que iban a una fiesta de cumpleaños en su pueblo.

En 1992 era todavía práctica muy común entre los jóvenes de los pueblos volver a casa haciendo autostop y por eso algunos testigos pudieron verlas subir a un coche frente a la fábrica de Cuétara de Reinosa. Fue la última vez que se las pudo ver.

DIFÍCILES DE RASTREAR

La investigación entonces se realizó con los métodos de la época. No había móviles para poder hacer geolocalizaciones, ni cámaras de tráfico o de semáforos que visionar y en las comisarías de toda España se repetía aquel falso mantra de que había que esperar 24 o 48 horas para comenzar a buscar a alguien. Un protocolo que ya ha cambiado con el paso de los años al considerarse las primeras horas como fundamentales para la búsqueda. 

Aún así, las fotos de Virginia y Manuela empapelaron la zona y las provincias limítrofes, y el programa de televisión ¿Quién sabe dónde?, dedicó muchas de sus emisiones a analizar este caso. Comenzaron a llegar las llamadas, algunas aportando pistas reales y otras falsas.

La Guardia Civil investigó todos y cada uno de los posibles rastros, incluso clubes de alterne en las provincias de Palencia y Burgos, donde algunas personas aseguraban haber visto a las niñas. También fueron supuestamente avistadas en Cádiz, Madrid o Asturias. Una de las pistas más fiables las situaban entre movimientos okupas en Madrid, pero se comprobó esa pista pero no se encontró a las jóvenes desaparecidas. También se hicieron gestiones en Málaga, donde el padre de Manuela tenía cierto arraigo, e incluso en Francia, donde vivía cuando desapareció su hija, pero no se encontró nada. 

Unos meses después estalló el famoso caso de las niñas de Alcàsser y el foco de los medios de comunicación se alejó de las niñas de Aguilar de Campoo. El caso se cerró y cayó en el olvido.

Pero la investigación se reabrió en verano de 2021, por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Cervera de Pisuerga, a raíz de la denuncia de una mujer en un programa de televisión, pero tras diferentes pesquisas la causa se volvió a cerrar meses después. La causa se mantuvo secreta durante varias semanas.

NUEVA TESTIGO

La nueva testigo prestó declaración ante la Guardia Civil, permitiendo la apertura de una nueva línea de investigación en el caso de Virginia y Manuela. La única diferencia entre esta joven y las niñas de Aguilar es que ella y una amiga consiguieron escapar tras un forcejeo con el agresor que provocó que el vehículo se saliera de la carretera, momento en que aprovecharon para salir del coche y huir a pie.

Esta denuncia logró que el conductor del vehículo ya fuese identificado. Se trataría de un hombre residente en un pueblo del norte de España, apenas a 30 kilómetros de Reinosa, el lugar donde Manuela y Virginia fueron vistas por última vez subiéndose a un coche. La Guardia Civil lo investigó, se rastrearon más de 7.400 vehículos de ese modelo en seis provincias, 68 de ellos en la misma zona en la que Virginia y Manuela fueron vistas por última vez. Incluso un denunciante anónimo aseguró que los cuerpos estaban en la mina Fontoria de Reinosa. Carmen Balzagón explica a MONCLOA que esta pista nunca se siguió «porque no autorizaron a buscar en la mina».

También tomaron declaración al propietario del coche al que se subió la denunciante -que no era blanco, sino marrón- y que fue desvinculado del caso tras haberle incluso pinchado el teléfono y la instalación de un dispositivo de seguimiento en su actual turismo.

La Audiencia Provincial de Palencia confirmó el archivo, pero los abogados de las familias de las niñas presentaron recurso de amparo ante el Constitucional, al entender que el auto que ratificaba el sobreseimiento provisional de la causa vulneraba derechos fundamentales -la tutela judicial efectiva-, al igual que resoluciones previas del Juzgado de Instrucción.

También pedían al máximo órgano encargado de interpretar la Constitución Española en nuestro país que tuviera en cuenta la problemática con las personas desaparecidas y la «laguna» de jurisprudencia que hay en la materia. Ahora ya sólo una pista fiable podría reabrir de nuevo el caso 32 años después. Las familias no tiran la toalla.