La diversidad genética es fundamental para la supervivencia y adaptación de las especies a lo largo del tiempo. En el caso de los ciervos europeos, un reciente estudio ha logrado identificar cuatro áreas de distribución principales en el continente, cada una con características genéticas propias que es necesario preservar.
El equipo de investigadores, coordinado por la Unidad de Investigación en Recursos Cinegéticos y Piscícolas (Uircp) de la Universidad de Córdoba (UCO), analizó el genoma de más de 700 ciervos procedentes de toda Europa. Mediante el estudio de 35.701 marcadores genéticos, lograron diferenciar claramente las poblaciones de Noruega, Escocia, España y Europa central, confirmando la singularidad de los ciervos que habitan en la Península Ibérica.
Una historia de la distribución
Gracias a los avances en las herramientas genómicas, el equipo ha podido reconstruir la historia de la distribución de los ciervos a lo largo de miles de años. Identificaron cuatro oleadas migratorias principales que han dado forma a la estructura actual de las poblaciones.
Durante las primeras dos oleadas, al final del Pleistoceno y previas a la última gran glaciación, los ciervos se desplazaron desde su área originaria en el este de Europa hacia el sur de Reino Unido y la Península Ibérica. Luego, cuando se retiraron los hielos, los ciervos se expandieron hacia Escocia, Escandinavia y el centro de Europa.
De esta manera, se configuraron las cuatro zonas de distribución actual: Europa central, y las áreas periféricas de España, Escocia y Noruega. Los ciervos de la Península Ibérica son los que más tiempo se han mantenido aislados del resto.
La Península Ibérica
Según los investigadores, los ciervos de la Península Ibérica se han mantenido aislados del resto de poblaciones desde hace 20.000 años. Esto les ha permitido desarrollar características propias, tanto en su físico como en la forma de berrear, que no se encuentran en otras zonas.
Incluso, a pesar de la cercanía geográfica, los ciervos españoles están más relacionados genéticamente con los escoceses que con los del centro de Europa, debido a esas primeras oleadas de distribución.
Políticas de conservación
Aunque la Península Ibérica se haya rellenado de ciervos en dos ocasiones, los investigadores destacan la importancia de preservar la singularidad de estas poblaciones, tanto en las zonas periféricas de Europa como en los dos linajes diferentes presentes en España.
Según explica Juan Carranza, del equipo, «una vez que conoces lo que hay y la historia de cómo se ha creado, le das valor y al darle valor merece la pena su conservación«. Por ello, es fundamental contar con adecuadas políticas de gestión que protejan esta diversidad genética tan valiosa.