Moldavia se juega su futuro en la UE en unas elecciones clave marcadas por la injerencia rusa

Alrededor de 2,5 millones de ciudadanos están llamados este domingo a las urnas en Moldavia para elegir a su próximo presidente y para votar en un referéndum que podría acercar al país a la adhesión a la Unión Europea en medio de una creciente polarización y entre denuncias por injerencia electoral por parte de Rusia.

El futuro del país exsoviético se encuentra en una encrucijada: Moldavia debe decidir si avanza en su camino hacia la UE o si, por el contrario, fortalece sus lazos con Moscú. El referéndum se perfila así como un barómetro del sentimiento proeuropeo en un momento en el que la guerra de Ucrania ha acelerado las aspiraciones comunitarias de varios países, entre ellos la propia Kiev.

Las elecciones presidenciales se llevarán a cabo pocos días después de que la Policía de Moldavia haya desmantelado una organización criminal vinculada al Kremlin para influir en los resultados electorales que consiguió reclutar a 130.000 ciudadanos a través de sobornos a cambio de votar a candidatos prorrusos.

El complot fue condenado la semana pasada por el Parlamento Europeo en una resolución en la que exigieron a los Estados miembro nuevas sanciones contra Moscú y pidieron a los países que acogen a oligarcas huidos, como el opositor Ilan Shor –actualmente en Israel– que sean extraditados para ser juzgados en Moldavia.

El partido de Shor, ilegalizado por el Tribunal Constitucional moldavo, estuvo detrás de las manifestaciones que estallaron a principios de 2023 contra el Gobierno, favorable a la adhesión al bloque europeo, por el elevado precio del gas.

SANDU FRENTE A STOIANOGLO

La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, aspira a la reelección y lidera las últimas encuestas con el 36 por ciento de los votos. El proeuropeo Partido Acción y Solidaridad (PAS), fundado durante las protestas antigubernamentales de 2015, cuenta actualmente con 62 escaños en el Parlamento.

El mandato de Sandu, no obstante, ha tenido altibajos desde que asumió el cargo en diciembre de 2020. La que fuera su primera ministra, Natalia Gavrilita, dimitió en febrero de 2023 debido a la crisis energética desencadenada por la guerra de Ucrania, que disparó la inflación en el país y colapsó las instituciones ante la llegada de miles de refugiados ucranianos a través de la frontera.

Su principal rival, Alexandr Stoianoglo, se presenta a las elecciones bajo las siglas del Partido de los Socialistas de la República de Moldavia (PSRM), una formación liderada por el opositor Igor Dodon –presidente del país entre 2016 y 2020– tradicionalmente vista como prorrusa y que tiene 18 escaños en el Parlamento.

La popularidad de Stoianoglo, exfiscal general de Moldavia, se ha visto lastrada en mayor medida por un caso de corrupción, enriquecimiento ilícito y abuso de poder que estalló en octubre de 2021 con su detención durante su etapa como fiscal general.

Sandu ha acusado a Stoianoglo, a quien destituyó en el cargo en septiembre de 2023, de ser el candidato del Kremlin, mientras que el aspirante a presidente del PSRM –que permanece segundo en las encuestas con un 10 por ciento de los votos– asegura que la presidenta moldava ha emprendido una cacería política en su contra.

El escándalo se suma a otras acusaciones del PAS, como sus supuestos vínculos con el oligarca Veaceslav Platon, a quien liberó después de que fuera sentenciado a 18 años de prisión por blanqueo de dinero desde Rusia en el conocido caso del ‘Laundromat’, un esquema de lavado a nivel mundial a través de bancos en Moldavia y Letonia.

El partido proeuropeo señaló a Stoianoglo por su supuesta relación con el oligarca ruso-moldavo debido a que este había registrado presuntamente varias empresas ucranianas a nombre de su esposa, si bien el PAS no pudo llegar a demostrar las acusaciones y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó en 2023 que se había violado su derecho a un juicio justo.

Al margen de Stoianoglo, se presenta a las elecciones el prorruso Renato Usatii, exalcalde de la ciudad de Balti, que ha conseguido situarse tercero en las encuestas con el 7,5 por ciento de los votos pese a que su formación, el conservador Nuestro Partido, no cuenta con representación en el Parlamento.

Una cuarta candidata, Irina Vlah, la exgobernadora de la región autónoma de Gagauzia, ha logrado superar el umbral del 3 por ciento. Su postura política aspira a ser neutral frente a una Moldavia prorrusa y una proeuropea, personificada en Sandu.

LA ADHESIÓN A LA UNIÓN EUROPEA

La Comisión Europea fijó para Chisináu un total de nueve recomendaciones para convertirse en miembro de la UE, entre ellas reformar el sistema de justicia para garantizar la independencia judicial, luchar contra la corrupción o contrarrestar la influencia de oligarcas a nivel político, económico y social.

La invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero de 2022 precipitó que países como Georgia, que también formó parte de la antigua Unión Soviética, solicitaran la adhesión en un intento por posicionarse en contra de la esfera de influencia del Kremlin.

Moldavia presentó su petición el 3 de marzo de ese mismo año y tres meses después el bloque comunitario abrió negociaciones bajo el mandato de Sandu. La oposición prorrusa respondió al paso del Gobierno con la creación de una coalición llamada Victoria cuyo principal propósito era denunciar la adhesión a la UE.

En caso de que los ciudadanos moldavos den ‘luz verde’ a la senda europea en el referéndum, se pondrán en marcha varias enmiendas a la Constitución que reflejen que Chisináu se alinea con los tratados constitutivos y fundacionales de la UE.

LA CUESTIÓN DE TRANSNISTRIA

Transnistria es un enclave ubicado en la otra orilla del río Dniéper, con una población mayoritariamente rusa y ucraniana, que proclamó su independencia en 1990 de República Socialista Soviética de Moldavia temiendo que, debido al auge de los nacionalismos, Moldavia se uniera a Rumanía.

La proclamación desencadenó una guerra que duraría dos años y que culminaría con un acuerdo de alto el fuego firmado en julio de 1992 por el presidente de Rusia Boris Yeltsin y el mandatario moldavo Mircea Snegur. En ese contexto, las autoridades separatistas descartaron propuestas de autonomía dentro de Moldavia.

El 17 de septiembre de 2006 los transnistrios acudieron a votar en un referéndum impulsado por el entonces presidente de la región separatista Igor Smirnov. El 96,62 por ciento de la población rechazó que Transnistria se reintegrase a Moldavia, mientras que un 98 por ciento apoyó la posibilidad de que permaneciese independiente y se incorporase posteriormente a Rusia.

La comunidad internacional no reconoció los resultados, por lo que su estatus todavía está por resolver. Otras iniciativas políticas, como el Memorándum de Kozak –que planteó establecer un Estado federal asimétrico– también fracasaron años antes.

Si bien hoy es, ‘de facto’, un país independiente que cuenta con instituciones propias, todavía forma parte de Moldavia. El caso de Transnistria –solo reconocido por otros territorios separatistas como Abjasia, Osetia del Sur y Nagorno Karabaj– es catalogado como conflicto postsoviético congelado.

La influencia de Moscú en Transnistria, que cuenta con tropas rusas en su territorio, se ha intensificado con la invasión de Ucrania. Moldavia denunció la apertura de colegios electorales en la región separatista durante las elecciones presidenciales de marzo de Rusia, considerándola una violación de su soberanía.

Pese a la creciente preocupación de Chisináu, Sandu ha dejado la puerta abierta a que Moldavia se integre en la Unión Europea sin resolver la cuestión de Transnistria, lo que complica aún más la situación política en la región.