lunes, 2 junio 2025

El año del Papa Francisco: salud, viajes y su lucha por controlar el Opus

El año 2024 ha sido especialmente activo para el Papa Francisco. No obstante, la salud del Pontífice ha sido un tema recurrente en la prensa internacional. El 17 de diciembre Jorge Bergoglio cumplió 88 años, convirtiéndose así en el tercer ocupante del trono de San Pedro más antiguo. Sólo le superan León XIII que falleció a los 93 años y Agatón (en el siglo VII) que llegó vivir 102 años.

Publicidad

Desde hace tiempo el Pontífice se ve obligado a usar una silla de ruedas para desplazarse lo que le impide celebrar de pie la mayoría de las celebraciones litúrgicas. En febrero, sufrió graves problemas respiratorios que le obligaron a delegar algunas de sus tareas, como la lectura de las catequesis de los miércoles o las homilías de las citas litúrgicas de Semana Santa. En concreto, no pudo pronunciar la homilía del Domingo de Ramos y, por primera vez, no estuvo presente en el Coliseo de Roma para presidir el Vía Crucis.

Además, a principios de diciembre se cayó, golpeándose la barbilla con la mesilla de noche, lo que le provocó un hematoma en el lado derecho del rostro que fue visible en el consistorio del 7 de diciembre cuando creó 21 nuevos cardenales. Sin embargo, en comparación con 2023, este último año ha sido menos complicado y sin lo ingresos hospitalarios que caracterizaron el 23. Unas situaciones que dispararon todas las alarmas e hicieron pensar incluso en una nueva abdicación como ya hiciera su predecesor Benedicto XVI.

UN HISTÓRICO VIAJE A ASIA

Sus problemas de salud no le impidieron viajar y tener una amplia agenda internacional. Así a principios de septiembre visitó Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, en el que fue el viaje más largo del pontificado, tanto en términos de distancia como en tiempo que pasó fuera de Roma.

A su regreso, durante la primera audiencia general pública, agradeció a Dios que le hubiera permitido «hacer como Papa anciano» lo que le «hubiera gustado hacer como joven jesuita», es decir, su sueño de ser misionero en Asia para predicar el Evangelio.

Dos semanas más tarde, el Pontífice volvió a subirse a un avión para viajar a Luxemburgo y a Bélgica. Además, cerró 2024 con una visita relámpago a la isla francesa de Córcega el pasado domingo 15 de diciembre para participar en un importante encuentro de religiosidad popular.

EL SÍNODO

Este año, además tuvo lugar la asamblea final del Sínodo de la Sinodalidad, que se extendió durante cuatro semanas y fue la culminación de un proceso de escucha y oración que lanzó en otoño de 2021.

Publicidad

 Lo cierto es que desde que llegó al trono de San Pedro, Jorge Bergoglio ha iniciado una serie de cambios intramuros de la Iglesia que analizados desde fuera parecen poco importantes, pero desde dentro supone arrastrar muros que llevan inamovibles siglos.

En su homilía en la misa de apertura del Sínodo, en el que previamente había hecho miembros con derecho a voto a decenas de laicos, hombres y mujeres, sacerdotes y religiosas, Francisco dejó claro que el Sínodo no era una «asamblea parlamentaria», con distintas facciones, sino un esfuerzo por comprender la historia, los sueños y las esperanzas de los «hermanos y hermanas dispersos por todo el mundo inspirados por la misma fe, movidos por el mismo deseo de santidad».

La asamblea terminó con la aprobación de un documento final que pedía una mayor participación de los laicos a través de nuevos ministerios y estructuras de gobierno ajustadas como los consejos pastorales, así como una mayor transparencia y responsabilidad entre los líderes de la Iglesia. El Papa ordenó su publicación como si fuese un documento del propio magisterio y pidió a la Iglesia universal su puesta en práctica.

Sin embargo, el Pontífice retiró algunos de los temas más complejos y delicados de las discusiones. En su lugar, creó en marzo 10 grupos de estudio que a día de hoy siguen examinando temas como la posibilidad de crear ministerios ordenados para las mujeres, la educación en los seminarios, las relaciones entre los obispos y las comunidades religiosas y el papel de los nuncios.

EL CONTROL DEL OPUS DEI

El papel e influencia del Opus Dei es uno de los asuntos que más preocupan al Pontífice. Ya en 2022 dio un golpe sobre la mesa cuando tomó la decisión de que el líder del Opus no fuera obispo como tradicionalmente ha sido, siendo la única prelatura no territorial de la Iglesia católica. Fernando Ocáriz, actual cabeza visible de la obra no es purpurado.

Además, el Papa también ha decidido nombre a Alejandro Arellano como comisario pontificio para Torreciudad (Huesca). Este lugar es posiblemente el buque insignia del Opus Dei. Un turístico santuario que se inauguró en 1975, pocos meses antes de la muerte del fundador José María Escrivá de Balaguer, elevado a santo por Juan Pablo II.

El pontífice encara 2025, que será año jubilar, con muchas dudas sobre el futuro, reformas integrales en la Iglesia Católica que aún no se han producido y controlar a los clanes que desde su llegada al solio pontificio han buscado su caída. Sin embargo, la reforma de la ‘Constitución’ vaticana facilitará una sucesión continuista. Son varios los nombres que suenan con asiduidad para un Vaticano post-Francisco.

Publicidad
Publicidad