El bolsillo del viajero medio sufre cada vez que se enfrenta a la jungla de precios de los billetes de avión. Es una sensación familiar, esa de encontrar una tarifa atractiva, dudar un instante y, al volver a buscar, ver cómo el precio ha subido misteriosamente, a veces de forma considerable, una práctica que ciertas aerolíneas parecen haber perfeccionado hasta convertirla en un arte oscuro. Pero no todo está perdido en esta batalla digital; existe un truco sencillo, casi un gesto reflejo para los más avezados en la red, que puede suponer un ahorro significativo y que, como es lógico, no hace ninguna gracia a las compañías aéreas que buscan optimizar cada céntimo de sus ingresos.
Este pequeño gran secreto no es otro que el uso del modo incógnito del navegador o, para una protección más robusta, una conexión VPN al realizar las búsquedas y reservas de vuelos. La lógica detrás de esta estrategia es simple pero efectiva: evitar que las cookies y otros rastreadores instalados en nuestro navegador informen a los sistemas de precios dinámicos de las compañías sobre nuestro interés repetido en una ruta específica. Es una forma de navegar bajo el radar, presentándonos como un cliente nuevo cada vez que buscamos, lo que a menudo impide que los algoritmos inflen artificialmente las tarifas basándose en nuestro historial de navegación previo.
4EL DESCONTENTO DE GOLIAT: POR QUÉ LAS AEROLÍNEAS FRUNCEN EL CEÑO

No es ningún secreto que estas tácticas de evasión no son del agrado de las compañías aéreas. Su modelo de negocio, especialmente en la era digital, se apoya fuertemente en la capacidad de segmentar a los clientes y aplicar estrategias de precios dinámicos para optimizar la ocupación y los ingresos por asiento, una práctica conocida como ‘yield management’. El uso generalizado del modo incógnito y, sobre todo, de las VPN, interfiere directamente con esta capacidad de personalizar la oferta, dificultando la aplicación de tarifas diferenciadas basadas en el perfil o el comportamiento detectado del usuario, lo que potencialmente reduce los márgenes de beneficio que las aerolíneas esperan obtener.
Desde la perspectiva de las aerolíneas, la fijación de precios dinámica es una herramienta legítima para gestionar un inventario perecedero (un asiento vacío en un avión que despega ya no se puede vender) y responder a las fluctuaciones de la demanda del mercado. Argumentan que ofrecer precios diferentes en distintos mercados o momentos no es discriminatorio, sino una adaptación a realidades económicas diversas.
Sin embargo, para el consumidor, la sensación de ser ‘espiado’ y penalizado con precios más altos por mostrar interés resulta a menudo irritante, justificando así el uso de herramientas que les devuelvan cierto control y les permitan acceder a la tarifa más competitiva posible, generando una tensión constante entre las estrategias comerciales de las empresas y el deseo de transparencia y ahorro de los viajeros.