El apagón eléctrico el pasado lunes 28 de abril dejó muchas escenas curiosas en la capital, que tuvo un colapso controlado durante las más de 10 horas que la mayoría de la población no tuvo electricidad en Madrid. Unas escenas curiosas que en su mayoría quedaron en anécdota tras el desconcierto y el susto inicial de esta situación tan extrema.
Una situación que desde hace unos años, por desgracia, viven los vecinos de La Cañada Real. La denominada como bolsa de exclusión social más grande de Europa, a 14 kilómetros de la Puerta del Sol y que está dividida entre el término municipal de Madrid y el de Rivas Vaciamadrid. Una situación de exclusión y pobreza que, a pesar de las opiniones de los políticos madrileños, debería avergonzar a la Región.
Allí, desde hace cuatro años viven sin luz eléctrica cerca de 7.000 personas, tras varios episodios e incidentes relacionados con el narcotráfico de algunas de las familias que allí viven. Estos hechos hicieron que Naturgy cortará la luz eléctrica con el pase de la Comunidad de Madrid. Hay que recordar que entre esos habitantes del sector afectado, que está dentro del término municipal de la capital, más de 1.800 son niños, según los censos realizados.

Una situación ante la que la Comunidad de Madrid no da los pasos adecuados para solucionar el tema y ante la que el Ayuntamiento de Rivas, encabezado por Aída Castillejo (IU), denuncia una vulneración sobre el Pacto Regional sobre la Cañada Real que todos los partidos con representación en la Asamblea de Madrid suscribieron.
En este sentido, Castillejo, en una entrevista concedida a MONCLOA.COM, explicó que «en Rivas tienen luz, es verdad que puede haber problemas puntuales, en esos problemas puntuales incluso los vecinos ya están organizados para que el suministro de luz sea alterno, por lo tanto eso no sucede. Puede suceder. Por eso lo importante de tener esa mesa de seguimiento con las propias entidades y con los propios vecinos, porque nos enteramos casi al minuto de que suceda».
«Ahora, es cierto, y esto es muy importante, que el pacto regional recoge que mientras que el proceso de los realojos se está llevando a cabo se tienen que garantizar todos y cada uno de los suministros, todos y cada uno de los derechos y es verdad que hay zonas de La Cañada, no las de Rivas, que no tienen luz y esto es vulnerar también el pacto», agregó.
«Si queremos cumplir el pacto, tenemos que cumplirlo en todos sus aspectos. La solución sería que es que el Plan de Realojos. Tenemos que agilizarlo porque cuanto antes salgan esas personas de allí, mejor estaremos garantizando su derecho a una vivienda digna, que es el objetivo del pacto», finalizó la edil progresista.

UN PROBLEMA DIARIO
En referencia a esta problemática diaria, la presidenta de la Asociación Cultural de Mujeres Tabadol del sector VI de la Cañada Real Galiana, Houda Akrikez, explicó el pasado martes que vivieron el apagón de este lunes «con sentimientos encontrados», por un lado, con «sorpresa» por el «revuelo» generado ante una situación que allí viven desde hace más de cuatro años unos, y por otro lado, con «dolor» porque, al final del día, la situación se solucionó para toda España excepto para ellos.
«Fue como si, por un instante, toda España sintiera lo que nosotras vivimos a diario. Pero también fue doloroso porque, al final, todo volvió a la normalidad para ellos, y para nosotras no cambia nada. Seguimos igual, en la oscuridad, con velas, con baterías, como si no existiéramos», expresó Akrikez. Lamentando que el Gobierno consiguiera restablecer este lunes el suministro eléctrico «en cuestión de horas» mientras que en la Cañada Real llevan más de cuatro años sin luz.
«Qué fuerte que el Gobierno español, que el Estado en su conjunto ha podido movilizarse –tenían mucho miedo todos, los gobernantes, los políticos–, para que el suministro se vuelva a restablecer de manera inmediata y lo han conseguido en cuestión de horas. ¿Por qué en la Cañada Real no se puede hacer lo mismo?», planteó Akrikez.
La presidenta de la Asociación Cultural de Mujeres Tabadol explica que se enteró del apagón porque estaba en una reunión online y de repente se le cortó la conexión. «Al principio pensé que era algo de aquí, como nos pasa tantas veces. Pero luego una vecina me dijo algo que me marcó: ‘¡Qué irónico! Hoy la gente podrá venir a cargar sus móviles a la Cañada, porque somos prácticamente las únicas que tenemos luz, gracias a los paneles solares'», recuerda.
Para los vecinos y vecinas de los sectores V y VI de la Cañada Real el impacto no fue tanto por la falta de luz, porque ya están «acostumbradas a vivir sin ella», sino por quedarse conexión. «Desde el viernes no tenemos wifi y con el apagón también se cayó la red móvil. Nos quedamos completamente aisladas. No sabíamos qué estaba pasando fuera», relata. Esta situación les hizo revivir el 2 de octubre de 2020, cuando se les cortó el suministro eléctrico. «Volvimos a sentir ese miedo, esa incertidumbre», añade.
Akrikez espera que el apagón de este lunes sirva para «abrir corazones y ojos», y que se traduzca en apoyo real. «Ojalá. Yo estaba con mis hijas en Vallecas cuando volvió la luz, y lo celebramos con alegría, como si hubiera vuelto a nuestra propia casa. Porque sabemos lo que significa encender una bombilla después de la oscuridad», apunta.
Además, relata que, de camino, hablaron con varios vecinos que les trasladaron miedo, impotencia y rabia. «Entonces les dijimos: ‘Así estamos en la Cañada desde hace más de cuatro años’. Y se quedaron en shock. Porque una cosa es oírlo, y otra muy distinta es vivirlo, aunque sea por unas horas», comenta. Asimismo, pide «voluntad política». «Si lo que pasó genera empatía y más presión social, puede que se vean obligadas a reaccionar. A veces solo se mueven si hay ruido», plantea.
En la actualidad, según explica, la solución al problema de la falta de luz en la Cañada Real Galiana está «muy parada». «Los realojos avanzan de forma muy lenta y sin transparencia. Muchas familias no saben nada de su futuro. Hay reuniones, sí, pero no se traducen en mejoras reales. Seguimos viviendo sin luz, sin certezas, sin soluciones», lamenta.
Mientras tanto, asegura que siguen «resistiendo con dignidad», sosteniéndose entre vecinas y buscando alternativas por su cuenta. «Porque si nosotras no nos cuidamos, no lo hace nadie. Pero no es justo que todo el peso esté sobre nuestros hombros. Tenemos derecho a vivir con dignidad, con electricidad, con igualdad. Y no vamos a dejar de luchar por ello», concluye.
