Arrastrarse por la vida sintiendo que la energía se escapa por cada poro, incluso después de haber cumplido religiosamente con las ocho horas de sueño recomendadas, es una experiencia frustrante y demasiado común en nuestra sociedad acelerada. A menudo achacamos este agotamiento persistente al estrés, al exceso de trabajo o simplemente a “la vida moderna”, pero la respuesta podría esconderse en algo mucho más tangible, la carencia de un nutriente esencial que actúa como la chispa de nuestra maquinaria interna. Cuando el cuerpo no recibe suficiente combustible de calidad, por mucho que descanse el motor, el rendimiento se resiente de manera notable, dejando una sensación de lastre constante que ni el mejor café consigue disipar del todo.
Esta paradoja del descanso ineficaz desconcierta a muchos; dormir profundamente y despertar sintiéndose como si apenas se hubieran cerrado los ojos es una señal de alarma que no deberíamos ignorar. Lejos de ser una simple cuestión de voluntad o de necesitar “más vacaciones”, este tipo de fatiga puede ser el síntoma principal de una deficiencia nutricional específica que afecta a millones de personas, muchas de las cuales ni siquiera son conscientes de ello. Explorar las posibles causas subyacentes, especialmente cuando el descanso parece no surtir efecto, es fundamental para recuperar la vitalidad perdida y volver a sentir que las noches de sueño realmente sirven para recargar las pilas y afrontar el día con la energía necesaria.
3¿QUIÉN ESTÁ EN LA DIANA DE LA FALTA DE ESTE NUTRIENTE ESENCIAL?

Aunque cualquiera puede desarrollar una deficiencia de hierro, existen ciertos grupos de población que presentan un riesgo significativamente mayor de padecerla. Las mujeres en edad fértil encabezan la lista, debido a las pérdidas de sangre mensuales durante la menstruación, una circunstancia fisiológica que incrementa notablemente sus necesidades de este mineral. Asimismo, las mujeres embarazadas requieren cantidades adicionales de hierro para soportar el desarrollo del feto y la placenta, así como para aumentar su propio volumen sanguíneo, convirtiéndose en otro colectivo especialmente vulnerable a la carencia de este nutriente.
Otros grupos con mayor predisposición incluyen a los vegetarianos y veganos estrictos, ya que el hierro de origen vegetal (no hemo) se absorbe con menor eficacia que el de origen animal (hemo); los donantes de sangre frecuentes, por las pérdidas regulares; los deportistas de resistencia, por el aumento de las necesidades y posibles pérdidas a través del sudor y microlesiones; y las personas con ciertas patologías gastrointestinales que dificultan la absorción de este nutriente, como la enfermedad celíaca o la enfermedad inflamatoria intestinal. Conocer estos factores de riesgo ayuda a estar más alerta y a tomar medidas preventivas si es necesario.