Arrastrarse por la vida sintiendo que la energía se escapa por cada poro, incluso después de haber cumplido religiosamente con las ocho horas de sueño recomendadas, es una experiencia frustrante y demasiado común en nuestra sociedad acelerada. A menudo achacamos este agotamiento persistente al estrés, al exceso de trabajo o simplemente a “la vida moderna”, pero la respuesta podría esconderse en algo mucho más tangible, la carencia de un nutriente esencial que actúa como la chispa de nuestra maquinaria interna. Cuando el cuerpo no recibe suficiente combustible de calidad, por mucho que descanse el motor, el rendimiento se resiente de manera notable, dejando una sensación de lastre constante que ni el mejor café consigue disipar del todo.
Esta paradoja del descanso ineficaz desconcierta a muchos; dormir profundamente y despertar sintiéndose como si apenas se hubieran cerrado los ojos es una señal de alarma que no deberíamos ignorar. Lejos de ser una simple cuestión de voluntad o de necesitar “más vacaciones”, este tipo de fatiga puede ser el síntoma principal de una deficiencia nutricional específica que afecta a millones de personas, muchas de las cuales ni siquiera son conscientes de ello. Explorar las posibles causas subyacentes, especialmente cuando el descanso parece no surtir efecto, es fundamental para recuperar la vitalidad perdida y volver a sentir que las noches de sueño realmente sirven para recargar las pilas y afrontar el día con la energía necesaria.
5RECUPERANDO EL BRILLO: CÓMO REPONER ESTE VALIOSO NUTRIENTE

Una vez confirmada la deficiencia de hierro, el siguiente paso es abordar cómo reponer los niveles de este nutriente vital. La estrategia principal suele centrarse en la alimentación, priorizando aquellos alimentos ricos en hierro y fácilmente absorbibles por el organismo. El hierro hemo, presente en alimentos de origen animal como las carnes rojas magras, el hígado, las aves de corral y el pescado, se absorbe de manera mucho más eficiente que el hierro no hemo, que se encuentra en fuentes vegetales como las legumbres (lentejas, garbanzos), las verduras de hoja verde (espinacas, acelgas), los frutos secos y los cereales fortificados.
Para mejorar la absorción del hierro no hemo de origen vegetal, es muy recomendable consumir estos alimentos junto con fuentes de vitamina C, como los cítricos (naranjas, kiwis), pimientos o tomates, ya que esta vitamina potencia significativamente la asimilación del mineral. Por el contrario, conviene evitar tomar alimentos ricos en hierro junto con café, té, leche o suplementos de calcio, pues estos pueden inhibir su absorción. En casos de deficiencia severa o cuando la dieta no es suficiente, el médico puede prescribir suplementos de hierro, siempre bajo supervisión para ajustar la dosis adecuada y evitar posibles efectos secundarios, asegurando así la correcta recuperación de los niveles de este imprescindible nutriente. La constancia en el tratamiento y los cambios dietéticos son fundamentales para decir adiós a esa fatiga persistente y recuperar la energía necesaria para disfrutar plenamente del día a día, todo gracias a prestar atención a un nutriente fundamental.