El uso incorrecto de los electrodomésticos puede suponer un importante aumento en la factura eléctrica a final de mes. La nevera, ese aparato que funciona ininterrumpidamente en nuestros hogares, esconde funciones que, mal utilizadas, pueden convertirse en auténticos vampiros energéticos. Una de estas prestaciones, presente en la mayoría de frigoríficos modernos, está diseñada exclusivamente para momentos puntuales, pero muchos usuarios la mantienen activada permanentemente por desconocimiento.
Los fabricantes de electrodomésticos incorporan cada vez más opciones avanzadas en sus productos para diferenciarse de la competencia y ofrecer mayores prestaciones. Sin embargo, no todas estas funcionalidades están pensadas para un uso continuado, como ocurre con el modo de enfriamiento rápido de la nevera. Esta función, que permite reducir drásticamente la temperatura interior en poco tiempo, resulta muy útil después de hacer la compra o en días calurosos, pero mantenerla encendida constantemente puede incrementar el consumo eléctrico hasta un 25%.
4CÓMO OPTIMIZAR EL CONSUMO ENERGÉTICO DE TU NEVERA SIN RENUNCIAR A LA EFICIENCIA
Más allá de evitar el uso prolongado de la función de enfriamiento rápido, existen numerosas prácticas que pueden ayudarnos a reducir el consumo energético de la nevera manteniendo su eficiencia. Una de las más efectivas consiste en ajustar correctamente la temperatura: para el compartimento refrigerador, lo ideal es mantenerla entre 3 y 5 grados centígrados, mientras que para el congelador bastan -18 grados, siendo innecesario y contraproducente establecer temperaturas más bajas que únicamente incrementarán el consumo sin aportar beneficios significativos.
La ubicación del electrodoméstico juega también un papel fundamental en su eficiencia energética. Es recomendable mantener la nevera alejada de fuentes de calor como radiadores, hornos o luz solar directa, así como dejar espacio suficiente entre la pared y la parte trasera del electrodoméstico para facilitar la ventilación. Otras medidas efectivas incluyen revisar periódicamente las juntas de la puerta para evitar fugas de frío, descongelar regularmente el congelador si no es de tipo no-frost y evitar introducir alimentos calientes directamente en la nevera, dejándolos enfriar previamente a temperatura ambiente para no forzar el sistema de refrigeración.