¿Imaginas dar positivo en un control de alcoholemia sin haber catado ni una gota? Pues, aunque suene a ciencia ficción o a excusa de conductor apurado, es una posibilidad real, aunque extremadamente rara, debida a que nuestro propio cuerpo puede generar alcohol endógeno en ciertas circunstancias muy particulares. Esta situación desconcertante tiene una explicación médica fascinante que desafía nuestra comprensión habitual del metabolismo y sus caprichos inesperados.
El responsable de este fenómeno es el conocido como Síndrome de Fermentación Intestinal (SFI), también llamado síndrome de la autocervecería, una condición donde el sistema digestivo se convierte en una especie de destilería interna. En esencia, ciertos microorganismos presentes en el intestino, principalmente levaduras como la Saccharomyces cerevisiae (la misma del pan y la cerveza), fermentan los carbohidratos que ingerimos, produciendo etanol como subproducto directamente en nuestro torrente sanguíneo. Comprender este proceso nos abre una ventana a las complejidades de nuestro microbioma y cómo un desequilibrio puede tener consecuencias tan insospechadas como embarazosas para quien lo sufre.
5ENTRE EL DIAGNÓSTICO Y LA INCREDULIDAD: VIVIR CON SFI

Vivir con el Síndrome de Fermentación Intestinal implica una vigilancia constante y a menudo una profunda alteración del estilo de vida que va mucho más allá del temor puntual a un control policial inesperado. Los afectados deben seguir dietas muy estrictas, extremadamente bajas en carbohidratos fermentables y azúcares simples, para minimizar la fermentación intestinal y la producción interna de alcohol, lo cual puede ser socialmente limitante al restringir comidas fuera de casa o eventos sociales y nutricionalmente complejo de gestionar a largo plazo sin supervisión profesional. La imprevisibilidad de los síntomas, que pueden aparecer tras una comida aparentemente inofensiva, y el estigma asociado a parecer ebrio sin haber bebido generan una notable ansiedad y pueden llevar al aislamiento social por vergüenza o incomprensión del entorno.
El manejo del SFI se centra primordialmente en abordar la causa subyacente, que suele ser un sobrecrecimiento de levaduras u otros microorganismos fermentadores en el intestino delgado o grueso. Los tratamientos pueden incluir ciclos de fármacos antifúngicos específicos para eliminar o reducir significativamente la población de estos microorganismos indeseados, junto con modificaciones dietéticas drásticas y mantenidas en el tiempo y, en algunos casos seleccionados, el uso de probióticos específicos para intentar restaurar un equilibrio saludable y diverso en la microbiota intestinal. Aunque el tratamiento puede controlar eficazmente los síntomas y reducir drásticamente la producción de alcohol endógeno en muchos pacientes, a menudo requiere un seguimiento médico continuo y ajustes periódicos en la dieta o la medicación para mantener la condición bajo control y prevenir recaídas.