viernes, 2 mayo 2025

Este templo budista escondido en pleno corazón de Cataluña te transporta al Tíbet

En las sinuosas carreteras del Parque Natural del Garraf, entre paisajes rocosos de aspecto lunar y vegetación mediterránea, surge ante los ojos del visitante un espectáculo inesperado. El templo budista Sakya Tashi Ling emerge como un oasis de espiritualidad y paz, anclado en un palacete modernista de finales del siglo XIX que parece transportarnos directamente al Tíbet sin salir de Cataluña. Este enclave espiritual no solo representa un contrapunto cultural fascinante en pleno corazón del paisaje catalán, sino que constituye uno de los centros budistas más importantes de España, donde monjes residentes perpetúan tradiciones milenarias.

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La comunidad de monjes budistas Sakya Tashi Ling eligió este privilegiado emplazamiento en 1996, convirtiendo el antiguo Palau Novella en un auténtico rincón asiático a escasos 40 kilómetros de Barcelona. El contraste entre la arquitectura modernista catalana y los elementos propios de la tradición tibetana —como sus coloridas estupas y banderas de oración— crea un efecto visual sorprendente que cautiva tanto a buscadores espirituales como a turistas curiosos. La ubicación del templo budista, entre montañas calcáreas y el cielo azul mediterráneo, potencia esa sensación de encontrarse en un espacio donde Oriente y Occidente han encontrado un punto perfecto de equilibrio.

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EL PALAU NOVELLA: DE MANSIÓN INDIANA A REFUGIO ESPIRITUAL

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La historia de este enclave arranca mucho antes de convertirse en templo budista. El Palau Novella, construido en 1890 por el arquitecto Manuel Comas i Thos, fue encargado por Pere Domènech i Grau, un catalán que había hecho fortuna en Cuba. Este indiano, como se denomina a quienes emigraron a América y regresaron con grandes riquezas, diseñó una mansión señorial que refleja perfectamente el estilo ecléctico de finales del siglo XIX y que hoy alberga uno de los centros budistas más importantes de la península. La edificación presenta elementos modernistas propios de la época combinados con detalles que imitan un fortín, incluyendo muros altos con garitones en las esquinas.

El destino no fue benévolo con Domènech, pues apenas seis años después de la construcción del palacio, la plaga de la filoxera arruinó sus viñedos y tuvo que vender la propiedad. Tras pasar por diversos propietarios y permanecer prácticamente abandonado durante décadas hasta que en 1996 la comunidad budista Sakya Tashi Ling lo adquirió y comenzó su restauración, respetando la estructura original pero adaptándola a las necesidades de un centro espiritual. Esta transformación no solo salvó un valioso ejemplo del patrimonio arquitectónico catalán, sino que le otorgó una nueva vida y propósito.

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