martes, 6 mayo 2025

La leyenda del «oro maldito» que hace que este pueblo aragonés siga despoblado

Las estribaciones montañosas de Teruel esconden misterios que desafían el paso del tiempo y la lógica contemporánea. La leyenda del oro maldito en La Muela de Montalbán ha configurado no solo el imaginario colectivo de generaciones, sino también el destino demográfico de un enclave que parece atrapado entre la historia y el mito, resistiéndose a desaparecer completamente mientras la España vaciada continúa expandiéndose por el territorio nacional.

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Cuando el sol se pone tras los montes turolenses, las sombras alargan las siluetas de casas abandonadas y senderos cubiertos por la maleza, dibujando un paisaje donde realidad y superstición se entrelazan de manera inquietante. Pocas localidades aragonesas conservan un vínculo tan poderoso con sus relatos ancestrales como este pequeño núcleo poblacional casi fantasma, donde cada piedra parece guardar secretos y donde los pocos habitantes que resisten narran en voz baja historias de ambición, codicia y castigos sobrenaturales que han mantenido a raya a posibles nuevos pobladores durante décadas.

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BUSCADORES DE TESOROS Y CAZADORES DE MISTERIOS

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La popularización de las leyendas rurales en medios digitales ha tenido un impacto contradictorio en La Muela de Montalbán. Las redes sociales y diversos blogs especializados en fenómenos paranormales han difundido ampliamente la historia del oro maldito, generando un incipiente turismo de misterio que supone tanto una oportunidad económica como una amenaza para la preservación del entorno y la tranquilidad local.

Cada primavera, coincidiendo con festividades paganas antiguas, grupos de aficionados a lo esotérico organizan excursiones nocturnas por los parajes supuestamente encantados, equipados con detectores de metales, cámaras térmicas y otros dispositivos tecnológicos que, según ellos, podrían captar evidencias de anomalías relacionadas con el tesoro oculto. Estas incursiones, generalmente inofensivas aunque molestas para los escasos residentes permanentes, han generado una modesta economía estacional basada en el alojamiento y manutención de estos peculiares visitantes.

Las autoridades locales mantienen una postura oficialmente escéptica respecto a la leyenda, pero aprovechan estratégicamente su atractivo para promocionar la zona. Esta aparente contradicción refleja perfectamente la compleja relación entre racionalidad y tradición que caracteriza a muchos municipios rurales españoles: se reconoce públicamente lo inverosímil del relato mientras se explotan discretamente sus beneficios potenciales, estableciendo normativas que regulan las actividades de búsqueda para evitar daños al patrimonio natural y arqueológico.

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