El mercado alimentario español se enfrenta a un problema cada vez más extendido que afecta a uno de los productos más valorados por los consumidores. La miel adulterada o falsificada está ocupando un espacio preocupante en los lineales de supermercados, poniendo en riesgo tanto la calidad del producto que llega a nuestras mesas como la supervivencia del sector apícola nacional. Esta situación ha generado una creciente preocupación entre los expertos, quienes advierten sobre las consecuencias de consumir estos sucedáneos que poco tienen que ver con el auténtico néctar de las abejas.
Lo que muchos consumidores desconocen es que, bajo la apariencia del preciado oro líquido, se esconden mezclas adulteradas con siropes baratos de arroz o maíz, que imitan el color y textura de la auténtica miel pero carecen por completo de sus propiedades nutricionales y organolépticas. Estas falsificaciones no solo representan un fraude para el bolsillo, sino un atentado contra la tradicional cultura apícola española y sus estándares de calidad, reconocidos internacionalmente por la pureza y excelencia de sus productos. El problema ha alcanzado tales dimensiones que los propios apicultores han comenzado a movilizarse para alertar a la sociedad sobre cómo identificar estos productos fraudulentos.
4DETRÁS DE LA ETIQUETA: CÓMO INTERPRETAR LA INFORMACIÓN LEGAL
La legislación exige que el etiquetado de la miel incluya información precisa sobre su origen geográfico y botánico, aspectos fundamentales para determinar su calidad. Una miel monofloral, procedente mayoritariamente de una especie vegetal concreta, debe presentar unas características organolépticas específicas y contener un porcentaje mínimo de polen de dicha especie, garantizando así su autenticidad y propiedades particulares. Los consumidores deben aprender a interpretar estas etiquetas para realizar compras informadas, buscando indicaciones claras sobre el origen español o europeo.
Las mieles con denominaciones como «mezcla de mieles originarias de la UE y no originarias de la UE» suelen ser las más sospechosas, pues bajo esta ambigua descripción pueden ocultarse productos de dudosa procedencia. Los expertos recomiendan optar por productos que especifiquen claramente su origen, preferiblemente aquellos que cuentan con sellos de calidad como las denominaciones de origen protegidas o las indicaciones geográficas protegidas, que garantizan un exhaustivo control de calidad y trazabilidad desde la colmena hasta el envase final. La transparencia en el etiquetado es, sin duda, uno de los mejores indicadores de la honestidad del productor y, por ende, de la calidad de la miel que ofrece.