martes, 6 mayo 2025

Este es el ‘aditivo’ que te hace adicto a la comida, y está legalmente en tu plato

En el complejo universo de la alimentación moderna, nos encontramos a menudo atrapados en un ciclo de antojos difíciles de explicar, devorando ciertos productos con una avidez que roza la compulsión. Pocas veces nos paramos a pensar qué hay realmente detrás de esa atracción irrefrenable hacia determinados sabores, y es que la industria alimentaria utiliza de forma legal cierto tipo de aditivo diseñado específicamente para secuestrar nuestro paladar y mantenernos enganchados. Esta estrategia, perfectamente legal y extendida, se basa en manipular nuestra percepción del gusto, creando experiencias sensoriales tan intensas que los sabores naturales parecen palidecer en comparación, llevándonos a buscar una y otra vez ese estímulo artificial que nos proporciona un placer efímero pero poderoso.

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La cuestión va más allá de las calorías, las grasas o los azúcares, componentes sobre los que ya existe una conciencia generalizada; se adentra en el terreno de la química del sabor, donde ingredientes específicos actúan como verdaderos directores de orquesta de nuestras papilas gustativas. Estamos hablando de los potenciadores del sabor, compuestos que, aunque presentes en cantidades mínimas, tienen la capacidad de multiplicar la intensidad de los sabores existentes o incluso añadir nuevas dimensiones gustativas, como el famoso umami. Su presencia en infinidad de productos procesados es la clave silenciosa que explica por qué nos cuesta tanto resistirnos a esa bolsa de patatas fritas, a esa sopa instantánea o a ese aperitivo que parece llamarnos desde la despensa, configurando sin que nos demos cuenta nuestras preferencias y hábitos alimentarios.

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DESCIFRANDO EL MISTERIO: LOS POTENCIADORES QUE ENGANCHAN

Fuente Pexels

Los potenciadores del sabor son sustancias que, sin tener un sabor propio predominante, tienen la particularidad de realzar el gusto y/o el aroma de los alimentos a los que se añaden. Su función principal es intensificar las notas sápidas ya presentes, haciendo que un producto resulte más apetecible, sabroso y satisfactorio al paladar, lo cual, desde un punto de vista comercial, incrementa notablemente su atractivo para el consumidor. Actúan sobre nuestros receptores gustativos de una manera muy específica, logrando que percibamos los sabores de forma más potente, especialmente el salado y el umami, ese quinto gusto tan característico de alimentos ricos en proteínas como las carnes curadas o ciertos quesos, pero que aquí se consigue de forma artificial o concentrada mediante el uso de un determinado aditivo.

Estos compuestos se han convertido en herramientas fundamentales para la industria alimentaria, permitiendo no solo mejorar la experiencia sensorial, sino también, en ocasiones, enmascarar la pobreza de sabor de materias primas de menor calidad o compensar la pérdida de gusto durante los procesos de elaboración, congelación o almacenamiento prolongado. La controversia surge cuando se analiza su impacto en nuestros hábitos, ya que esta intensificación artificial puede generar una especie de «umbral de sabor» elevado, haciendo que los alimentos naturales, con sus matices más sutiles, nos parezcan insípidos o poco interesantes. Este fenómeno podría explicar, en parte, la preferencia creciente por productos ultraprocesados frente a opciones más saludables y menos estimulantes desde el punto de vista puramente gustativo, gracias a la acción de este ubicuo aditivo.

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