miércoles, 7 mayo 2025

Beber esto te mata poco a poco: La OMS da la cifra que aterra, y tú lo ignoras

El tintineo de copas acompaña nuestras celebraciones, las cañas con amigos son casi un ritual sagrado y una copa de vino parece la compañera inseparable de muchas comidas. El alcohol está tan arraigado en nuestra cultura, tan normalizado en nuestro día a día, que a menudo olvidamos la cara oculta de su consumo. Pero tras esa fachada festiva se esconde una realidad mucho más sombría, una que la OMS lleva tiempo señalando con creciente preocupación y cuyas consecuencias a largo plazo son devastadoras para la salud individual y colectiva, aunque muchos prefieran mirar hacia otro lado.

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Lo sabemos, en el fondo, todos intuimos que abusar no es bueno, pero la línea entre el disfrute social y el riesgo parece difuminarse con demasiada facilidad. Nos aferramos a la idea del consumo «moderado», a la copa «social», ignorando que el daño no siempre es inmediato ni evidente. Es un enemigo silencioso que actúa lentamente, minando nuestra salud de forma progresiva sin que apenas nos demos cuenta, hasta que un día, la factura llega en forma de diagnóstico médico, una factura que, según las cifras globales, es terriblemente alta.

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IGNORANCIA O NEGACIÓN: POR QUÉ CERRAMOS LOS OJOS ANTE LA EVIDENCIA

Fuente Pexels

Resulta desconcertante observar cómo una sustancia con efectos tan nocivos documentados sigue gozando de una aceptación social tan amplia y, en muchos casos, de una imagen positiva asociada al ocio, la celebración y el estatus. Parte de la explicación reside en la enorme presión social, las agresivas campañas de marketing de la industria alcoholera y la fuerza de las costumbres arraigadas durante generaciones. Todo ello contribuye a crear un entorno donde minimizar los riesgos del alcohol se convierte en la norma, mientras las advertencias basadas en datos científicos, como los de la OMS, a menudo caen en saco roto o se perciben como exageradas.

Esta desconexión entre la percepción social del alcohol y la realidad científica de sus riesgos plantea un desafío monumental para la salud pública y exige una reflexión profunda a nivel individual y colectivo. La normalización del consumo dificulta la implementación de políticas preventivas efectivas y hace que muchas personas continúen exponiéndose a graves peligros sin ser plenamente conscientes de ello o eligiendo ignorarlo activamente. Abordar este problema requiere no solo información clara y veraz, sino también un cambio cultural y medidas regulatorias más valientes, tal como recomienda la OMS, para proteger a la población de los devastadores efectos del alcohol a largo plazo.

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