En el trajín diario de nuestras cocinas, hay costumbres que damos por sentadas, gestos casi automáticos que repetimos sin pensar en sus posibles consecuencias. Resulta que una de estas prácticas, aparentemente inofensiva y extendida en millones de hogares españoles, podría estar convirtiendo nuestros platos y utensilios en un caldo de cultivo para microorganismos indeseables, según advertencias que la OMS viene reiterando con preocupación. Este descuido, que muchos consideran menor, puede tener implicaciones más serias de lo que imaginamos para la salud de toda la familia, transformando el corazón del hogar en un inesperado foco de riesgo.
La mayoría de las veces, la prisa o el desconocimiento nos llevan a cometer pequeños errores en la limpieza del menaje que, aunque no lo parezca, pueden tener un impacto directo en nuestra salud y la de nuestra familia. No se trata de generar una alarma innecesaria, sino de tomar conciencia sobre la importancia de unos hábitos de higiene correctos en un espacio tan sensible como es la cocina, el corazón de muchos hogares, y cómo un gesto tan cotidiano como el lavado de los platos, si no se realiza adecuadamente, puede ser la puerta de entrada a problemas que preferiríamos evitar.
4FREGAR CON CIENCIA: LA GUÍA DEFINITIVA PARA PLATOS RELUCIENTES Y SEGUROS (SIGUIENDO A LA OMS)

Para atajar este problema de raíz y garantizar una cocina higiénica, es fundamental adoptar una metodología de fregado rigurosa, tal como aconsejan los expertos en seguridad alimentaria y, por supuesto, las directrices de la OMS. El primer paso ineludible es eliminar mecánicamente los restos de comida sólidos de platos y cubiertos antes de introducirlos en el fregadero o en el lavavajillas, evitando así que se conviertan en alimento para las bacterias y que obstruyan los desagües o reduzcan la eficacia del lavado. Posteriormente, el uso de agua caliente, idealmente por encima de los 45-50 grados Celsius si se friega a mano, y un detergente lavavajillas de calidad con poder desengrasante son cruciales para disolver la grasa y eliminar los gérmenes.
Un enjuague abundante con agua limpia y caliente es tan importante como el enjabonado previo, para asegurar que no quedan residuos de detergente ni de suciedad que puedan alterar el sabor de los alimentos o ser perjudiciales. Para el secado, lo ideal es dejar que los utensilios se sequen al aire en un escurridor limpio y bien ventilado o utilizar paños de cocina específicos para esta tarea, lavados a alta temperatura y cambiados con mucha frecuencia. Aquellos que disponen de lavavajillas cuentan con una ventaja significativa, ya que estos aparatos suelen alcanzar temperaturas de lavado y secado mucho más altas que garantizan una desinfección más profunda, algo que la OMS valora positivamente.