La emoción de un viaje inminente, esa sensación de aventura que nos embarga justo antes de despegar, a menudo nos lleva a compartir instantáneas de nuestros preparativos en las redes sociales. Muchos sucumben a la tentación de publicar una foto del billete de avión, sin percatarse del todo de los riesgos que entraña ese gesto aparentemente inocente, que puede abrir la puerta a problemas inesperados. Esa imagen, que para nosotros simboliza el inicio de unas merecidas vacaciones o un importante desplazamiento profesional, puede convertirse en un festín de datos para ojos indiscretos y con intenciones aviesas.
Lo que para la mayoría es un simple alarde de futuras vacaciones o un recuerdo anticipado de una escapada, para otros, con intenciones menos nobles, es una fuente de información valiosísima. Ese trozo de papel, o su equivalente digital, contiene mucho más que el destino y la hora de salida, y es precisamente esa información oculta la que puede convertir un acto de alegría en un verdadero quebradero de cabeza, afectando no solo a ese viaje concreto sino a nuestra seguridad digital en un sentido más amplio. Conviene, por tanto, pararse a pensar dos veces antes de darle al botón de «publicar» con esa tarjeta de embarque en primer plano.
3DE LA RESERVA A TUS CUENTAS PERSONALES: EL EFECTO DOMINÓ

El peligro no se limita únicamente al viaje en sí o a la información contenida en el billete de avión. Muchas veces, la dirección de correo electrónico asociada a la reserva es la misma que utilizamos para otros servicios en línea cruciales, como redes sociales, banca electrónica, plataformas de compra o incluso el acceso a sistemas de trabajo, lo que amplifica exponencialmente el riesgo de un hackeo generalizado. Una vez obtenido el correo, el siguiente paso para un ciberdelincuente es intentar acceder a él.
Si un ciberdelincuente logra acceso a nuestro correo a través de la información del billete, o simplemente usa los datos obtenidos para adivinar contraseñas débiles o responder preguntas de seguridad, el efecto dominó puede ser devastador. Podría restablecer contraseñas de otras cuentas importantes, acceder a información personal aún más sensible como datos bancarios o documentos de identidad, o incluso realizar transacciones fraudulentas en nuestro nombre, convirtiendo la emoción de volar en una auténtica pesadilla digital y financiera de la que puede costar mucho tiempo y esfuerzo recuperarse.