En un rincón de la tierra extremeña, entre dehesas y encinas centenarias, se esconde uno de los secretos gastronómicos mejor guardados de España. El queso apestoso que emana de las queserías tradicionales de Casar de Cáceres representa mucho más que un simple manjar: es historia viva, tradición centenaria y orgullo regional convertido en pasta cremosa. Los visitantes que se aventuran por primera vez a esta localidad cacereña suelen llegar atraídos por su famosa Torta del Casar, pero pocos están realmente preparados para la experiencia sensorial que les espera.
Pocos productos gastronómicos españoles generan reacciones tan extremas como este tesoro lácteo extremeño. Su característica más distintiva, ese aroma penetrante que le ha valido el apelativo popular de queso apestoso, es precisamente lo que lo convierte en objeto de adoración para los paladares más exigentes y aventureros. Detrás de cada pieza elaborada en este pequeño municipio de apenas 4.000 habitantes hay siglos de tradición, un saber hacer transmitido de generación en generación y un proceso artesanal que desafía los métodos industriales modernos, manteniendo intacta la esencia de un producto que ha trascendido fronteras para convertirse en embajador de la gastronomía extremeña en el mundo.
3SABORES QUE DESAFÍAN LOS SENTIDOS Y CONQUISTAN EL PALADAR

La experiencia de degustar por primera vez este emblemático queso apestoso extremeño resulta inolvidable para cualquier aficionado gastronómico. El ritual comienza cortando la parte superior a modo de tapa, revelando un interior cremoso que invita a ser untado con pan. El contraste entre su potente aroma y su sabor sorprendentemente sutil y complejo desconcierta a los neófitos, provocando una explosión sensorial que evoluciona en boca desde notas ligeramente amargas hasta toques dulces y mantecosos que permanecen en el paladar. Este juego de contrastes es precisamente lo que ha convertido a la Torta del Casar en objeto de culto entre chefs de renombre y aficionados a la buena mesa.
Los expertos en gastronomía coinciden en señalar que la clave para apreciar en toda su dimensión este queso apestoso reside en dejarlo atemperar adecuadamente. A temperatura ambiente, su pasta alcanza el punto óptimo de cremosidad y sus aromas se despliegan en toda su magnitud. Las maridajes tradicionales incluyen vinos tintos de la tierra extremeña o blancos con cuerpo, aunque cada vez más sumilleres se aventuran a proponer combinaciones audaces con ciertos tipos de cervezas artesanales o incluso con destilados como el brandy o el whisky de malta, capaces de sostenerse frente a la contundencia aromática y gustativa de este producto singular que ha trascendido su condición de alimento para convertirse en emblema cultural.