sábado, 10 mayo 2025

El pueblo extremeño donde el ‘queso apestoso’ es un tesoro que te hará la boca agua, si eres valiente.

En un rincón de la tierra extremeña, entre dehesas y encinas centenarias, se esconde uno de los secretos gastronómicos mejor guardados de España. El queso apestoso que emana de las queserías tradicionales de Casar de Cáceres representa mucho más que un simple manjar: es historia viva, tradición centenaria y orgullo regional convertido en pasta cremosa. Los visitantes que se aventuran por primera vez a esta localidad cacereña suelen llegar atraídos por su famosa Torta del Casar, pero pocos están realmente preparados para la experiencia sensorial que les espera.

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Pocos productos gastronómicos españoles generan reacciones tan extremas como este tesoro lácteo extremeño. Su característica más distintiva, ese aroma penetrante que le ha valido el apelativo popular de queso apestoso, es precisamente lo que lo convierte en objeto de adoración para los paladares más exigentes y aventureros. Detrás de cada pieza elaborada en este pequeño municipio de apenas 4.000 habitantes hay siglos de tradición, un saber hacer transmitido de generación en generación y un proceso artesanal que desafía los métodos industriales modernos, manteniendo intacta la esencia de un producto que ha trascendido fronteras para convertirse en embajador de la gastronomía extremeña en el mundo.

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EL IMPACTO ECONÓMICO Y CULTURAL EN LA REGIÓN EXTREMEÑA

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El reconocimiento internacional de este particular queso apestoso ha transformado radicalmente la economía de Casar de Cáceres y localidades cercanas. Lo que comenzó siendo una elaboración doméstica destinada al autoconsumo se ha convertido en la principal fuente de ingresos para numerosas familias de la región. Las queserías artesanales han proliferado en las últimas décadas, generando un tejido empresarial sólido que ha frenado la despoblación rural y creado oportunidades laborales para los jóvenes que ahora pueden continuar la tradición familiar sin emigrar a las grandes ciudades. Este fenómeno representa un caso de éxito en la lucha contra la España vaciada, demostrando que los productos con fuerte arraigo territorial pueden convertirse en motores de desarrollo sostenible.

El impacto cultural trasciende lo puramente económico, pues alrededor de este singular queso apestoso se ha desarrollado todo un ecosistema turístico y gastronómico. El Museo del Queso de Casar de Cáceres recibe anualmente miles de visitantes ansiosos por conocer los secretos de elaboración de este manjar. Las rutas gastronómicas, festivales temáticos y jornadas de degustación se han multiplicado, convirtiendo a esta localidad extremeña en un destino imprescindible para los amantes del turismo enogastronómico que buscan experiencias auténticas alejadas de los circuitos masificados. Esta actividad no solo genera ingresos directos sino que contribuye a la conservación del patrimonio cultural inmaterial vinculado a la elaboración tradicional del queso, reforzando la identidad colectiva y el orgullo de pertenencia entre los habitantes de la comarca.

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