El impacto del Atlético de Madrid en San Blas-Canillejas es un ejemplo de cómo los clubes deportivos no solo son generadores de espectáculo, sino cómo también pueden ser agentes activos en la transformación urbana e impulsores de proyectos que contribuyen al desarrollo social y económico de las ciudades.
Desde su llegada al distrito, el Atlético de Madrid no solo trasladó su estadio: sembró las bases de un cambio urbanístico, económico y social que ha revitalizado San Blas-Canillejas. Hoy, vecinos y club comparten mucho más que una ubicación: comparten una visión común de futuro de un distrito más activo, más conectado y más verde.
Cuando en 2008 se firmó el convenio que oficializaba el traslado del estadio del Atlético de Madrid al antiguo Estadio Olímpico de La Peineta, pocos podían imaginar que aquel movimiento marcaría el punto de inflexión para uno de los distritos con mayor potencial de la capital. Hoy, casi dos décadas después del inicio de las negociaciones, San Blas-Canillejas no solo tiene un estadio de primer nivel internacional, ahora llamado Riyadh Air Metropolitano, sino que se ha convertido en el epicentro de una profunda transformación urbana, social y económica.
Una transformación que tiene mucho de fútbol, pero también de urbanismo, inversión privada y, sobre todo, de convivencia, ya que desde su llegada, el Atlético de Madrid no ha sido solo un vecino más: ha sido un motor de cambio.
El triple fracaso olímpico dejó a la zona del Parque Deportivo del Este abandonada, con parcelas infrautilizadas y un estadio en desuso. Fue entonces cuando el Atlético recogió el testigo, iniciando una colaboración público-privada con el Ayuntamiento de Madrid que ha cambiado el rostro del distrito.
Fruto de ese compromiso, el club no solo remodeló el estadio. Invirtió en accesos, zonas verdes, infraestructuras y equipamientos que han supuesto una mejora directa para los residentes. Desde la creación de la Avenida Luis Aragonés hasta los nuevos accesos a la M-40 -asumidos por el club pese a ser competencia municipal-, las mejoras de movilidad han sido clave para integrar el estadio en el barrio sin sacrificar la calidad de vida de los vecinos.
VISIÓN COMPARTIDA
El Atlético ha ido más allá del fútbol. Ha apostado por un modelo de convivencia que mira a largo plazo. El diálogo con asociaciones y entidades vecinales ha sido constante desde el primer momento. Esa escucha activa se ha traducido en actuaciones que ya son palpables: recuperación del carril bici, renovación del mobiliario urbano, nuevas zonas de paseo, iluminación más eficiente, y un parque público frente al estadio por el que cada día transitan cientos de personas. Lejos de ser una instalación cerrada y ajena al entorno, el estadio se ha abierto a su comunidad.

Pero lo más ambicioso aún está en marcha: la ‘Ciudad del Deporte’, un proyecto de 265.000 m² que forma parte de una concesión municipal a 75 años y que se convertirá en un polo de atracción para todo el este madrileño. Dos centros deportivos municipales (uno al aire libre y otro cubierto), un Centro de Alto Rendimiento, áreas de ocio y servicios, y más zonas verdes completan una propuesta que transforma por completo el uso y disfrute del terreno que una vez aspiró a albergar unos Juegos Olímpicos.
EL ATLÉTICO DE MADRID ESCUCHÓ A LOS VECINOS
El diseño de los centros deportivos municipales, por ejemplo, se ha hecho teniendo en cuenta las necesidades expresadas por los propios vecinos: espacios accesibles, zonas polideportivas, y esa esperada pista de atletismo que conecta emocionalmente al barrio con su pasado olímpico. Una infraestructura muy demandada por los vecinos, que no solo honra el pasado, sino que proyecta al distrito hacia un futuro de deporte y comunidad.
El proyecto también rinde homenaje a la historia olímpica fallida de la zona. Donde no llegaron los Juegos, llega ahora una Ciudad del Deporte con una vocación clara: hacer de San Blas-Canillejas un referente en actividad física, ocio y bienestar.
EMPLEO
Las cifras también hablan. La Ciudad del Deporte generará más de 3.500 empleos directos e indirectos. Instructores, personal de servicios, técnicos, mantenimiento, limpieza… Un nuevo ecosistema económico en pleno corazón del distrito.
La llegada de miles de personas cada semana al estadio, sumada a las nuevas infraestructuras y la oferta deportiva, ha dinamizado el pequeño comercio y la hostelería de la zona. Cafeterías, restaurantes, tiendas de barrio y negocios de proximidad han encontrado en este flujo constante una oportunidad para crecer. Y el efecto arrastre también ha llegado al sector inmobiliario, con una revalorización evidente de las viviendas gracias a las mejoras urbanas y de transporte.