En el laberinto de callejuelas que conforman el casco antiguo de Madrid se esconden verdaderos tesoros arquitectónicos que pasan desapercibidos para la mayoría de los visitantes. La historia de la capital española se revela en cada rincón, mostrando vestigios de épocas pasadas que han sobrevivido al paso del tiempo y a las sucesivas transformaciones urbanas. Entre estos peculiares vestigios destaca la Calle del Álamo, considerada la vía más angosta de todo Madrid, donde literalmente es posible tocar ambas paredes extendiendo los brazos.
El encanto de estos espacios reducidos forma parte del patrimonio cultural madrileño, capaz de transportar al paseante a otros tiempos. Esta estrechez característica no es fruto del azar, sino consecuencia directa de la evolución histórica de Madrid y de las necesidades defensivas y urbanísticas de los siglos pasados. Los vecinos y comerciantes de la zona han convertido esta peculiaridad en un atractivo que, lejos de suponer un inconveniente para el desarrollo de la vida cotidiana, aporta un carácter único al barrio donde se encuentra esta particular calle.
2HISTORIA Y ORIGEN DE ESTA PECULIAR VÍA MADRILEÑA
El origen de la Calle del Álamo se remonta al siglo XVI, cuando Madrid experimentaba una profunda transformación tras ser designada capital del reino por Felipe II. En aquella época, las calles se trazaban siguiendo criterios muy diferentes a los actuales, priorizando la defensa y la privacidad frente a la comodidad de tránsito. La angostura de esta vía no fue producto de un error de planificación, sino una característica deliberada que respondía a las necesidades de una ciudad amurallada donde el espacio resultaba un bien escaso que debía aprovecharse al máximo dentro del perímetro defensivo.
Su nombre proviene, según los registros históricos, de un álamo que crecía en las proximidades y que servía como punto de referencia para los habitantes de la zona. A lo largo de los siglos, esta calle ha sido testigo de innumerables episodios de la historia madrileña, desde conspiraciones políticas hasta celebraciones populares. Las piedras de sus edificios, desgastadas por el constante roce de quienes se han aventurado a recorrerla durante generaciones, guardan secretos que merecen ser descubiertos por cualquier amante de la historia de Madrid y sus peculiaridades urbanísticas.