Alguna vez has tenido la extraña sensación de que tu móvil te escucha. Conversas sobre un viaje a Tailandia y, minutos después, ves anuncios de hoteles en Bangkok en tus redes sociales. No es paranoia colectiva ni casualidad, sino una realidad tecnológica que ha venido para quedarse. Los dispositivos inteligentes, especialmente nuestro inseparable teléfono móvil, poseen capacidades de escucha permanente que muchos usuarios desconocen o, peor aún, aceptan sin comprender sus implicaciones.
La tecnología avanza a pasos agigantados mientras la privacidad retrocede silenciosamente. Los asistentes virtuales como Siri, Alexa o Google Assistant necesitan, por diseño, estar siempre atentos para captar nuestras órdenes, funcionando mediante sistemas de reconocimiento de voz que permanecen activos incluso cuando creemos que no nos escuchan. Esta capacidad técnica, legítima en su concepción original, ha derivado en prácticas comerciales cuestionables donde las grandes tecnológicas aprovechan esta información para elaborar perfiles de consumo extremadamente precisos. El problema no es la funcionalidad, sino la falta de transparencia sobre cómo se gestionan esos datos capturados por nuestro dispositivo.
2ASISTENTES VIRTUALES: ESPÍAS LEGÍTIMOS EN NUESTROS HOGARES

Los asistentes virtuales han revolucionado nuestra interacción con la tecnología, permitiendo controlar dispositivos mediante comandos de voz. Sin embargo, esta comodidad tiene un coste que pocos calculan adecuadamente. Para funcionar correctamente, estos sistemas deben estar perpetuamente alerta, analizando el entorno sonoro en busca de palabras de activación. El problema surge cuando descubrimos que fragmentos de conversaciones privadas son enviados a servidores remotos, incluso en situaciones donde no hemos activado voluntariamente al asistente virtual.
Las empresas justifican este comportamiento argumentando necesidades de mejora del servicio y entrenamiento de sus sistemas de inteligencia artificial. Sin embargo, múltiples investigaciones han documentado casos donde información sensible captada por estos dispositivos ha sido accidentalmente compartida con terceros o revisada por empleados humanos. El móvil se convierte así en una potencial brecha de seguridad, transmitiendo datos personales sin que exista una comprensión clara por parte del usuario sobre el alcance de esta recopilación. La frontera entre mejora del servicio y vigilancia comercial se desdibuja peligrosamente en este escenario tecnológico.