La seguridad en nuestras carreteras es una de esas batallas diarias que la DGT libra con ahínco y donde cada detalle cuenta. Y a veces, los detalles más aparentemente inocuos son los que esconden un peligro considerable, como ese gesto casi automático que muchos conductores y pasajeros realizan con el cinturón de seguridad sin ser plenamente conscientes de las implicaciones que conlleva, tanto para su integridad física como para su bolsillo.
Hablamos de esa costumbre, tan extendida como arriesgada, de colocarse la banda diagonal del cinturón por debajo del brazo, en lugar de permitir que cruce el pecho desde el hombro hasta la cadera contraria. Una práctica que, si bien puede parecer que alivia una supuesta incomodidad o evita arrugas en la ropa, en realidad anula casi por completo la eficacia de este sistema vital de retención, convirtiendo un elemento diseñado para salvar vidas en un potencial enemigo en caso de accidente. Es un engaño a uno mismo, una falsa sensación de cumplimiento que puede tener consecuencias nefastas en caso de frenazo brusco o colisión.
2LA MULTA QUE DUELE MÁS ALLÁ DEL BOLSILLO

No llevar el cinturón de seguridad correctamente abrochado, o llevarlo de una manera que merme su efectividad, como es el caso de pasarlo por debajo del brazo, no solo es una irresponsabilidad, sino que también conlleva una sanción económica considerable. La normativa de tráfico es clara al respecto, y la DGT se encarga de velar por su cumplimiento: la multa asciende a 200 euros, una cifra que sin duda puede hacer mella en cualquier economía doméstica. Además, esta infracción grave implica la pérdida de cuatro puntos del carnet de conducir, un peaje que puede acercar peligrosamente a algunos conductores a la retirada del permiso.
Pero el verdadero coste de este gesto va mucho más allá de la sanción administrativa o la pérdida de puntos que impone la DGT. El precio más alto se paga en términos de seguridad, ya que llevar el cinturón mal puesto es casi tan peligroso como no llevarlo, ofreciendo una falsa sensación de protección que puede resultar fatal. En caso de accidente, las consecuencias físicas de un cinturón que no funciona como debe pueden ser devastadoras, dejando secuelas permanentes o, en el peor de los casos, costando la vida.