Vivimos pegados a nuestros dispositivos, en una simbiosis casi perfecta donde la tecnología nos facilita la vida de maneras que hace unas décadas sonarían a ciencia ficción. Creemos que al activar ciertos modos en nuestro aparato estamos a salvo de miradas indiscretas, pero la realidad es que esa sensación de privacidad puede ser una ilusión, especialmente cuando se trata de la ubicación de nuestro móvil. Resulta paradójico que el mismo aparato que nos conecta con el mundo pueda, sin que lo sepamos del todo, estar revelando más de la cuenta sobre nuestros movimientos cotidianos, incluso cuando pensamos que hemos tomado todas las precauciones.
La preocupación por la privacidad digital no es ninguna novedad, y es un tema recurrente en las conversaciones de café y en los debates más sesudos. Los usuarios son cada vez más conscientes de la ingente cantidad de datos que generan y comparten, pero a menudo desconocen los vericuetos tecnológicos que permiten la recolección de esta información, incluso por vías que parecen inocuas o que directamente ignoran. Entender cómo funcionan estas tecnologías es el primer paso para tomar el control, o al menos intentarlo, en un mundo hiperconectado donde nuestro rastro digital es tan valioso como el oro.
3LA CONEXIÓN INESPERADA: CÓMO TU MÓVIL SE COMUNICA SIN TU PERMISO

La mayoría de las funciones de conectividad de un teléfono, como el Wi-Fi, el Bluetooth y el propio NFC, operan mediante la emisión de señales de radio. Estas señales, aunque generalmente de corto o medio alcance, son la base de su funcionamiento, pero también pueden ser detectadas por dispositivos receptores en las inmediaciones, creando un rastro invisible de nuestra presencia y movimiento. Aunque el modo incógnito del navegador se centre en la actividad online, no tiene control sobre estas otras emisiones de hardware del móvil.
El problema reside en que, mientras el NFC esté habilitado, el chip correspondiente en el móvil puede estar «escuchando» o incluso intentando establecer comunicación con lectores compatibles que se encuentren en su radio de acción, que suele ser de unos pocos centímetros. Aunque se requiere una proximidad muy corta para una transferencia de datos completa, la simple detección de la señal NFC por un lector podría ser suficiente para registrar que un dispositivo con esa tecnología ha pasado cerca, incluso si no se realiza ninguna transacción o intercambio activo de información explícito. Esta capacidad de ser detectado es inherente al diseño de la tecnología NFC cuando está activa.