miércoles, 14 mayo 2025

La carretera de Mallorca que te lleva literalmente al fin del mundo

La sensación de libertad que invade al conductor cuando enfila por primera vez esta sinuosa vía es indescriptible. Mallorca esconde entre sus tesoros naturales una carretera que desafía a la imaginación y transporta a sus visitantes hasta lo que parece literalmente el fin del mundo conocido. El trayecto hacia el Cap de Formentor no es simplemente un recorrido turístico más en la isla balear, sino una experiencia sensorial completa que combina adrenalina, contemplación y asombro a partes iguales.

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Los aproximadamente 20 kilómetros que separan Pollença del faro de Formentor representan uno de los itinerarios más espectaculares del Mediterráneo. Con cada curva que se supera, el visitante es testigo de un paisaje que parece sacado de una postal idealizada, donde el intenso azul del mar contrasta con el verde de los pinos y el gris plateado de los acantilados que se precipitan vertiginosamente hacia el agua. Quienes se aventuran por esta ruta comprenden rápidamente por qué este rincón de Mallorca ha cautivado durante décadas a artistas, escritores y viajeros en busca de inspiración.

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TALAIA D’ALBERCUTX: VIGILANTE SILENCIOSO DE LOS MARES

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Continuando el ascenso por la sinuosa carretera, aparece otro de los hitos que jalonan este extraordinario recorrido por el norte de Mallorca. La torre de vigilancia de Albercutx, construida en el siglo XVI para prevenir ataques piratas, se alza orgullosa sobre uno de los puntos más elevados del trayecto. El desvío hacia esta atalaya supone un pequeño esfuerzo adicional, pero la recompensa en forma de vistas panorámicas de 360 grados justifica plenamente el desvío para cualquier amante de la fotografía o la naturaleza.

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Desde este punto estratégico, los antiguos vigilantes podían otear el horizonte en busca de embarcaciones enemigas y alertar a la población. Hoy, los visitantes contemplan el mismo mar que observaban aquellos centinelas siglos atrás, aunque en circunstancias mucho más placenteras. La sensación de pequeñez ante la inmensidad del paisaje invade al viajero, que comprende por qué esta carretera de Mallorca recibe el apelativo de «camino al fin del mundo».

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