martes, 13 mayo 2025

Así te engañan las etiquetas ‘light’: lo que esconden y por qué no adelgazas

Los pasillos del supermercado se han convertido en un campo de batalla semántico, donde las etiquetas prometen salud y esbeltez con una facilidad pasmosa. El reclamo light brilla con luz propia en infinidad de envases, susurrando al oído del consumidor la promesa de un capricho sin remordimientos, una versión más saludable de sus productos favoritos que, supuestamente, ayudará a mantener la línea o incluso a perder esos kilos de más que tanto preocupan a una parte significativa de la población española. Sin embargo, tras esa palabra mágica a menudo se esconde una realidad nutricional mucho más compleja y, en ocasiones, decepcionante, que merece ser desentrañada para tomar decisiones informadas sobre nuestra alimentación.

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La legislación europea es clara al definir qué condiciones debe cumplir un producto para poder etiquetarse como ‘light’, generalmente implicando una reducción mínima del 30% en calorías, grasas o azúcares respecto a su versión original. Pero esta reducción focalizada en un único componente puede ser un arma de doble filo, ya que para compensar la pérdida de sabor o textura derivada de quitar grasa o azúcar, los fabricantes recurren con frecuencia a otros ingredientes que no siempre son la opción más saludable ni la más indicada si el objetivo es controlar el peso. Comprender qué hay realmente detrás de esa etiqueta se convierte, por tanto, en una herramienta fundamental para no caer en una trampa que puede sabotear nuestros esfuerzos por llevar una dieta equilibrada y, contrariamente a lo esperado, dificultar la pérdida de peso.

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EL ESPEJISMO DE LO ‘LIGHT’: MENOS CALORÍAS, PERO ¿A QUÉ PRECIO?

Fuente Pexels

La principal baza de los productos light es, sin duda, la reducción calórica o de algún nutriente considerado «problemático» como las grasas o los azúcares. El consumidor interpreta esta etiqueta como una señal inequívoca de que está eligiendo una opción más sana, lo cual puede llevar a un fenómeno conocido como «compensación», donde se consume una mayor cantidad del producto ‘light’ pensando que su impacto será menor, anulando así cualquier posible beneficio calórico e incluso superando la ingesta que se habría hecho del producto original. Esta percepción de «permiso para comer más» es uno de los grandes escollos asociados a estos alimentos, alimentado por un marketing que explota el deseo de cuidarse sin renunciar al placer.

Además, la reducción exigida por la normativa puede ser engañosa si no se analiza el contexto completo del alimento. Un producto puede ser light en grasas pero contener una cantidad considerable de azúcares añadidos para mantener su palatabilidad, o viceversa; también puede ser light en calorías comparado con su homólogo estándar, pero seguir siendo un producto altamente calórico y poco recomendable en una dieta de adelgazamiento o simplemente saludable. Fijarse únicamente en la etiqueta light sin leer detenidamente la información nutricional completa, comparándola incluso con la del producto no modificado, es un error común que nos aleja de una elección verdaderamente consciente y beneficiosa para nuestra salud general y control de peso.

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