Los pasillos del supermercado se han convertido en un campo de batalla semántico, donde las etiquetas prometen salud y esbeltez con una facilidad pasmosa. El reclamo light brilla con luz propia en infinidad de envases, susurrando al oído del consumidor la promesa de un capricho sin remordimientos, una versión más saludable de sus productos favoritos que, supuestamente, ayudará a mantener la línea o incluso a perder esos kilos de más que tanto preocupan a una parte significativa de la población española. Sin embargo, tras esa palabra mágica a menudo se esconde una realidad nutricional mucho más compleja y, en ocasiones, decepcionante, que merece ser desentrañada para tomar decisiones informadas sobre nuestra alimentación.
La legislación europea es clara al definir qué condiciones debe cumplir un producto para poder etiquetarse como ‘light’, generalmente implicando una reducción mínima del 30% en calorías, grasas o azúcares respecto a su versión original. Pero esta reducción focalizada en un único componente puede ser un arma de doble filo, ya que para compensar la pérdida de sabor o textura derivada de quitar grasa o azúcar, los fabricantes recurren con frecuencia a otros ingredientes que no siempre son la opción más saludable ni la más indicada si el objetivo es controlar el peso. Comprender qué hay realmente detrás de esa etiqueta se convierte, por tanto, en una herramienta fundamental para no caer en una trampa que puede sabotear nuestros esfuerzos por llevar una dieta equilibrada y, contrariamente a lo esperado, dificultar la pérdida de peso.
5REAPRENDIENDO A COMPRAR: CLAVES PARA NO CAER EN LA TRAMPA ‘LIGHT’

Ante el confuso panorama de las etiquetas ‘light’, la herramienta más poderosa a disposición del consumidor es el conocimiento y la lectura crítica de la información nutricional. No basta con fijarse en el reclamo frontal del envase; es fundamental darle la vuelta al producto y examinar detenidamente la tabla nutricional y la lista de ingredientes. Comparar la versión light con la versión estándar del mismo producto puede revelar sorpresas, mostrando si la reducción en un nutriente se ha compensado con el aumento de otro, como el azúcar o el sodio, o si la diferencia calórica es realmente significativa en el contexto de una porción razonable. Prestar atención al tamaño de la porción indicada en la etiqueta es crucial, ya que a veces las reducciones se expresan por porciones pequeñas y poco realistas.
La estrategia más sensata y sostenible a largo plazo para mantener un peso saludable y una buena salud no reside en llenar la cesta de la compra con productos ‘light’ ultraprocesados, sino en basar la alimentación en alimentos frescos y mínimamente procesados. Frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado, huevos y carnes magras deben constituir la base de nuestra dieta, complementados con grasas saludables como las del aceite de oliva virgen extra o los frutos secos. Optar por cocinar en casa siempre que sea posible, controlar las porciones y disfrutar de los alimentos en su forma más natural es, sin duda, un camino mucho más fiable y saludable que confiar ciegamente en las promesas, a menudo vacías, de una etiqueta ‘light’.