miércoles, 14 mayo 2025

Lo que la OMS llama el ‘asesino silencioso’ en tu dieta: Te quita años de vida sin que te des cuenta

Vivimos rodeados de tentaciones culinarias, muchas de ellas placenteras pero potencialmente dañinas a largo plazo. Lo que la OMS denomina el ‘asesino silencioso’ no es una sustancia exótica ni un contaminante industrial, sino un ingrediente omnipresente que socava nuestra salud día tras día de forma casi imperceptible: el azúcar añadido oculto en una miríada de productos procesados que llenan las estanterías de nuestros supermercados. Este enemigo invisible actúa con sigilo, restándonos años y calidad de vida sin que apenas reparemos en su presencia constante hasta que, a menudo, ya es demasiado tarde para evitar sus consecuencias más severas.

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La clave de su peligrosidad reside precisamente en su carácter oculto, ya que no hablamos solo del azúcar que añadimos conscientemente al café o a un postre, sino de cantidades ingentes camufladas en productos que consideramos básicos o incluso saludables, desde el pan de molde hasta las salsas o los yogures. La industria alimentaria lo utiliza masivamente para mejorar el sabor, la textura y la conservación de sus productos, convirtiéndolo en un componente ubicuo difícil de esquivar si no se presta una atención minuciosa a lo que comemos. Es esta omnipresencia silenciosa la que lo convierte en una amenaza real para la salud pública a nivel global, un desafío reconocido por entidades sanitarias internacionales.

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EL AZÚCAR ESCONDIDO: UN ENEMIGO INVISIBLE EN TU CARRITO DE LA COMPRA

Fuente Pexels

Este enemigo invisible se agazapa en lugares insospechados de nuestro carrito de la compra habitual, desde salsas de tomate y aderezos para ensaladas hasta yogures supuestamente naturales, cereales de desayuno infantiles y platos precocinados. Incluso productos salados como embutidos, sopas de sobre o pizzas congeladas pueden contener cantidades significativas de azúcares añadidos para equilibrar sabores o mejorar su palatabilidad, algo que sorprende a muchos consumidores cuando leen detenidamente las etiquetas. La falta de transparencia y la dificultad para identificarlo lo convierten en un polizón habitual en nuestra alimentación diaria, contribuyendo sigilosamente al deterioro de nuestra salud metabólica.

Descifrar las etiquetas nutricionales se convierte en una tarea titánica para el consumidor medio, dada la variedad de nombres bajo los que se enmascara el azúcar (jarabe de maíz de alta fructosa, dextrosa, maltodextrina, sacarosa, glucosa, concentrado de zumo de fruta…), una confusión que dificulta enormemente seguir las recomendaciones de organismos como la OMS sobre la ingesta máxima diaria. Esta nomenclatura diversa y a menudo técnica no es casual; permite a los fabricantes disimular la cantidad real de azúcar total presente en el producto, haciendo que parezca menos perjudicial de lo que realmente es. La necesidad de una legislación más clara y un etiquetado frontal más intuitivo, como el Nutri-Score aunque con sus limitaciones, se hace cada vez más patente para proteger al ciudadano.

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