Vivimos rodeados de tentaciones culinarias, muchas de ellas placenteras pero potencialmente dañinas a largo plazo. Lo que la OMS denomina el ‘asesino silencioso’ no es una sustancia exótica ni un contaminante industrial, sino un ingrediente omnipresente que socava nuestra salud día tras día de forma casi imperceptible: el azúcar añadido oculto en una miríada de productos procesados que llenan las estanterías de nuestros supermercados. Este enemigo invisible actúa con sigilo, restándonos años y calidad de vida sin que apenas reparemos en su presencia constante hasta que, a menudo, ya es demasiado tarde para evitar sus consecuencias más severas.
La clave de su peligrosidad reside precisamente en su carácter oculto, ya que no hablamos solo del azúcar que añadimos conscientemente al café o a un postre, sino de cantidades ingentes camufladas en productos que consideramos básicos o incluso saludables, desde el pan de molde hasta las salsas o los yogures. La industria alimentaria lo utiliza masivamente para mejorar el sabor, la textura y la conservación de sus productos, convirtiéndolo en un componente ubicuo difícil de esquivar si no se presta una atención minuciosa a lo que comemos. Es esta omnipresencia silenciosa la que lo convierte en una amenaza real para la salud pública a nivel global, un desafío reconocido por entidades sanitarias internacionales.
2¿POR QUÉ ‘SILENCIOSO’? LOS DAÑOS QUE NO VES (HASTA QUE ES TARDE)

El término ‘silencioso’ es dolorosamente preciso porque sus efectos no son inmediatos ni evidentes como una intoxicación aguda, sino que se acumulan lentamente en nuestro organismo durante años, minando nuestra salud metabólica sin dar señales de alarma claras hasta que el daño está considerablemente avanzado. Un consumo elevado y continuado de azúcares añadidos promueve un estado de inflamación crónica de bajo grado, aumenta la resistencia a la insulina y favorece el almacenamiento de grasa, especialmente la peligrosa grasa visceral que rodea los órganos internos. Estos procesos ocurren de manera insidiosa, sin síntomas específicos en las etapas iniciales.
Este goteo constante de azúcar añadido está directamente relacionado con una epidemia de enfermedades crónicas que asola las sociedades modernas, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares (hipertensión, infartos, ictus), la obesidad y la esteatosis hepática no alcohólica (hígado graso), tal y como advierten numerosos informes y directrices de la OMS. Estas patologías no aparecen de la noche a la mañana, sino que son el resultado de años de exposición a factores de riesgo dietéticos, siendo el consumo excesivo de azúcar añadido uno de los principales culpables identificados por la comunidad científica y sanitaria internacional. La prevención pasa ineludiblemente por reducir drásticamente su ingesta.