A pesar del abundante sol que baña la Península Ibérica durante gran parte del año, los españoles sufren una carencia alarmante de la llamada vitamina del sol. Este problema silencioso afecta a ocho de cada diez ciudadanos que continúan sus vidas sin percatarse de las consecuencias que este déficit provoca en su organismo a corto y largo plazo. Las cifras resultan sorprendentes considerando que España disfruta de más de 2.500 horas de sol anuales en muchas de sus regiones, un privilegio que, paradójicamente, no se traduce en niveles óptimos de este nutriente esencial.
La falta de información y los cambios en nuestros hábitos cotidianos han contribuido significativamente a esta situación preocupante. La vida moderna, caracterizada por largas jornadas en espacios cerrados, el uso generalizado de protectores solares —indispensables contra el cáncer de piel— y la alimentación actual, menos rica en productos naturales con alto contenido de este micronutriente, ha creado la tormenta perfecta. El resultado es una población que, pese a vivir en el país europeo con mayor radiación solar, presenta niveles insuficientes de una vitamina crucial para múltiples funciones corporales.
2EL PARADÓJICO DÉFICIT EN EL PAÍS DEL SOL: CONTRADICCIONES MÉDICAS

La realidad española refleja una contradicción sorprendente: vivimos en un país donde el sol brilla generosamente durante gran parte del año, pero nuestros niveles de vitamina del sol están entre los más bajos de Europa. Las encuestas nutricionales revelan que aproximadamente el 80% de la población española presenta niveles por debajo de lo recomendado. Este fenómeno, considerado ya un problema de salud pública por muchos especialistas, desconcierta a propios y extraños, especialmente cuando se compara con países nórdicos donde, a pesar de tener menos horas de sol, la población presenta mejores índices gracias a políticas alimentarias específicas.
Los expertos señalan varios factores que explican esta aparente contradicción. Por un lado, los hábitos laborales actuales reducen significativamente nuestra exposición solar durante las horas de mayor síntesis de vitamina D (entre las 10 y las 16 horas). Por otro lado, la concienciación sobre los riesgos del sol ha llevado a un uso masivo de protectores solares que, aunque fundamentales para prevenir el cáncer de piel, bloquean hasta el 95% de la producción de esta vitamina. A esto se suma la escasa presencia natural de vitamina del sol en la dieta mediterránea, lo que complica aún más alcanzar los niveles óptimos exclusivamente a través de la alimentación.