La cocina española, reconocida mundialmente por sus sabores y tradiciones, esconde entre sus utensilios un asesino silencioso que pasa inadvertido para la mayoría de los ciudadanos. Nos preocupamos por reducir el consumo de sal, moderar el azúcar o elegir alimentos frescos, pero ignoramos un peligro que utilizamos a diario y que puede comprometer nuestra salud a largo plazo.
Los plásticos se han convertido en protagonistas de nuestras cocinas por su practicidad, precio y versatilidad, acompañándonos en el almacenamiento, calentamiento y hasta en la cocción de alimentos. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que estos materiales, especialmente cuando entran en contacto con alimentos calientes, pueden liberar compuestos químicos potencialmente tóxicos que migran directamente a nuestra comida. Esta realidad silenciosa se transforma en un riesgo invisible que afecta a millones de hogares sin que sus habitantes sean conscientes de ello.
2BISFENOL A Y FTALATOS: NOMBRES COMPLEJOS PARA PROBLEMAS REALES

Entre los componentes más preocupantes que pueden migrar desde los plásticos a nuestros alimentos destacan el bisfenol A (BPA) y los ftalatos. El BPA es un compuesto químico utilizado en la fabricación de plásticos policarbonatos y resinas epoxi, presente en multitud de recipientes y botellas que utilizamos cotidianamente en la cocina sin valorar sus implicaciones para la salud. Pese a que la Unión Europea ha prohibido su uso en biberones infantiles desde 2011, sigue presente en muchos utensilios destinados a adultos.
Los ftalatos, por su parte, son sustancias añadidas para aumentar la flexibilidad y durabilidad de los plásticos. Estos compuestos químicos, al igual que el BPA, son disruptores endocrinos que pueden alterar el funcionamiento hormonal del organismo humano. La exposición continuada a este asesino silencioso ha sido asociada en diversos estudios científicos con problemas reproductivos, alteraciones metabólicas e incluso un mayor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades crónicas como diabetes o problemas cardiovasculares. Lo preocupante es que estas sustancias se acumulan en el cuerpo durante años, haciendo que sus efectos negativos tarden en manifestarse y dificultando la identificación de su origen.