Las carreteras españolas son un escenario en constante evolución, un tablero donde las reglas cambian, a veces, con una velocidad que pilla desprevenido al conductor más experimentado. No hace mucho que la Jefatura Central de Tráfico, esa entidad conocida simplemente como DGT y de la que todos tenemos una opinión formada, decidió introducir una nueva señalización vial que, por su naturaleza específica, está generando más de un dolor de cabeza y, lo que es peor, unas cuantas multas inesperadas para quienes no andan con los ojos bien abiertos. Estamos hablando de un distintivo que, aunque parece sencillo a primera vista, encierra una complejidad que radica en su carácter temporal y en los escenarios donde decide aparecer, menudo lío.
Este nuevo aviso, discreto pero crucial, se refiere a las restricciones de acceso que pueden imponerse en determinadas zonas, muchas de ellas asociadas a lo que ya conocemos como Zonas de Bajas Emisiones, pero con el matiz de la provisionalidad. Su implantación, especialmente ahora que llegan los meses de más movimiento en las carreteras con el verano a la vuelta de la esquina y los desplazamientos vacacionales o de fin de semana, no está pasando desapercibida para el bolsillo de cientos de automovilistas. La sorpresa llega al encontrarse con una sanción por haber accedido a un área que, minutos antes o días atrás, estaba permitida, un claro ejemplo de cómo la falta de información o un simple despiste al volante puede salir realmente caro. Es vital entender de qué va esta señal y por qué está causando tanto revuelo antes de convertirse en una víctima más de su aparente inocuidad.
3LA CONFUSIÓN DEL CONDUCTOR DESPISTADO, RAÍZ DEL PROBLEMA

La principal razón por la que esta señal está engordando las arcas municipales a base de multas se debe, fundamentalmente, a dos factores interconectados: el desconocimiento generalizado de su aplicación y la falta de atención al volante en puntos clave de acceso. Muchos conductores simplemente no son conscientes de que existe esta categoría de señalización temporal o, si la conocen, no están al tanto de los criterios específicos bajo los que se activa en una zona determinada en un momento dado, una brecha de información que las campañas de concienciación no siempre logran cerrar de manera efectiva, dejando a miles de automovilistas a expensas del azar o la suerte. A esto se suma la rutina al circular por trayectos habituales, que lleva a muchos a no prestar la misma atención a las señales que ya han visto cientos de veces, pasando por alto cualquier novedad, por crucial que sea para su bolsillo.
Otro factor de confusión reside en la posible similitud visual con otras señales de restricción o prohibición de acceso, lo que puede llevar a interpretaciones erróneas o a no percibir la sutileza que indica su carácter temporal o las condiciones específicas bajo las que se aplica. El ritmo del tráfico, la necesidad de prestar atención a otros vehículos, peatones o ciclistas, y las distracciones habituales dentro del coche (desde la radio al GPS o los acompañantes) contribuyen a que una señal, aunque esté visible, pueda pasar desapercibida, especialmente si no es esperada o si el conductor no está activamente buscando información sobre posibles cambios en la circulación de su ruta habitual. La DGT lo tiene claro: la responsabilidad última recae en el conductor, pero no se puede obviar que la introducción de nueva señalización requiere un esfuerzo comunicativo acorde.