El rugido del motor, el suave balanceo de la carretera bajo las ruedas, esa sensación de libertad que solo el asfalto ofrece, son elementos que, durante décadas, han sido sinónimo de la experiencia de conducir. Sin embargo, en la era digital que habitamos, la cabina de un coche se ha transformado en un epicentro de tecnología, donde pantallas, asistentes de voz y sistemas de navegación compiten por nuestra atención, y es precisamente en este terreno donde los despistes se vuelven un riesgo latente que puede salir muy caro. La DGT, consciente de esta realidad palpable en nuestras calles y carreteras, no cesa en su empeño por recordarnos que la seguridad al volante es una responsabilidad que va más allá de las normas básicas, adentrándose en el uso inteligente de las herramientas que la modernidad pone a nuestra disposición.
La manipulación de dispositivos electrónicos mientras se conduce, una práctica que lamentablemente se ha vuelto demasiado común, representa una de las distracciones más peligrosas y extendidas en la actualidad, con consecuencias que van desde una multa cuantiosa hasta, en el peor de los casos, la pérdida de vidas humanas. Es imperativo que la sociedad española interiorice que el volante no es un lugar para la multitarea digital; la carretera exige una concentración plena e ininterrumpida, cualquier interrupción, por breve que sea, puede tener repercusiones devastadoras para el conductor, sus acompañantes y el resto de usuarios de la vía. Estamos ante un desafío colectivo que requiere un cambio de mentalidad profundo, donde la comodidad de la conectividad no comprometa jamás la integridad de la conducción.
1EL PELIGRO SILENCIOSO DE LA PANTALLA: CÓMO EL GPS SE CONVIERTE EN UN LADRÓN DE ATENCIÓN

La omnipresencia de los sistemas de navegación GPS ha revolucionado la forma en que nos desplazamos, facilitando la llegada a destinos desconocidos y optimizando rutas en el tráfico urbano. No obstante, esta comodidad indiscutible encierra una trampa muy bien disimulada: la falsa sensación de seguridad que nos otorga, llevándonos a interactuar con la pantalla mientras el vehículo está en movimiento, un acto que, aunque parezca inofensivo, se convierte en uno de los mayores focos de distracción al volante. La DGT ha puesto el foco de atención en este comportamiento, advirtiendo de las sanciones económicas y la pérdida de puntos que conlleva su manipulación, ya que desviar la mirada de la carretera, aunque sea por un instante para ajustar una ruta o buscar un punto de interés, equivale a recorrer decenas de metros a ciegas, aumentando exponencialmente el riesgo de un percance.
El problema no reside en la herramienta en sí, sino en el uso inadecuado que hacemos de ella, ignorando las advertencias básicas de seguridad que recomiendan programar el destino antes de iniciar la marcha y utilizar los comandos de voz o la asistencia de un copiloto para cualquier modificación durante el trayecto. La tecnología está diseñada para asistir, no para reemplazar nuestra responsabilidad; su función primordial es facilitar la navegación sin comprometer la concentración del conductor, algo que se desvirtúa por completo cuando se utiliza como una extensión del teléfono móvil. Es fundamental comprender que el GPS debe ser un aliado en la conducción, no una fuente de distracciones que nos aleje de la atención primordial que requiere la carretera.