La pérdida de memoria suele asociarse a las últimas etapas de la vida, cuando los recuerdos se desvanecen como la niebla matinal. Sin embargo, los primeros signos del alzhéimer pueden manifestarse de formas sutiles que pasan desapercibidas durante años, creando una falsa sensación de seguridad en quienes todavía no han alcanzado la tercera edad, mientras la enfermedad avanza sigilosamente. Esta patología neurodegenerativa no discrimina tanto por edad como solemos pensar, y sus primeras señales pueden aparecer mucho antes de lo que la mayoría imagina.
El deterioro cognitivo asociado al alzhéimer comienza con síntomas casi imperceptibles que muchos atribuyen erróneamente al estrés o al cansancio cotidiano. Entre estos indicadores tempranos destaca la dificultad para encontrar palabras específicas durante una conversación, un fenómeno conocido como anomia que puede presentarse décadas antes del diagnóstico formal y que los expertos consideran una de las banderas rojas más significativas. Identificar estas señales prematuramente podría marcar la diferencia entre un abordaje terapéutico oportuno y un diagnóstico tardío cuando las opciones de tratamiento son más limitadas.
1LA ANOMIA: EL CANARIO EN LA MINA DEL DETERIORO COGNITIVO
Quedarse en blanco a mitad de una frase, perder el hilo de lo que se estaba diciendo o no recordar el nombre de objetos cotidianos son experiencias ocasionales para cualquiera. No obstante, cuando estas situaciones se vuelven recurrentes, podríamos estar presenciando los primeros compases de un proceso neurodegenerativo relacionado con el alzhéimer y no simplemente despistes sin importancia. Los neurólogos han identificado que la anomia o dificultad para recuperar palabras específicas constituye uno de los marcadores más tempranos de la enfermedad, manifestándose incluso antes que los problemas de memoria episódica.
La anomia relacionada con el alzhéimer presenta características particulares que la diferencian de los olvidos comunes. Las personas afectadas suelen recurrir a circunloquios para describir el objeto o concepto que no logran nombrar, utilizando frases como «esa cosa para escribir» en lugar de «bolígrafo» o refiriéndose a familiares cercanos como «esa persona que vive con nosotros» cuando no consiguen recordar el nombre. Este fenómeno puede aparecer en individuos de 40 o 50 años, mucho antes de lo que tradicionalmente se asocia con el inicio del alzhéimer, y su progresión suele ser lenta pero constante, dificultando su detección temprana si no se está alerta.