El debate sobre qué tipo de agua es más recomendable para el consumo diario genera opiniones enfrentadas entre expertos y consumidores. El agua embotellada se ha convertido en un producto de consumo masivo en España, donde millones de personas la eligen diariamente frente a la opción del grifo, considerándola erróneamente como más saludable o segura. Las cifras son contundentes: cada español consume una media de 140 litros de agua embotellada al año, situando a nuestro país entre los mayores consumidores europeos de este producto.
La industria del agua envasada mueve más de 1.000 millones de euros anuales en nuestro territorio, sustentada en potentes campañas publicitarias que destacan su pureza y propiedades beneficiosas. Sin embargo, lo que muchos consumidores desconocen es que el agua del grifo en España está sometida a controles sanitarios incluso más estrictos y frecuentes que la embotellada, cumpliendo con todos los estándares de seguridad establecidos por la Unión Europea. Esta realidad contradice la percepción generalizada y plantea interrogantes sobre los hábitos de consumo que hemos adoptado casi sin cuestionamiento.
4IMPACTO AMBIENTAL: LA HUELLA ECOLÓGICA QUE DEJAMOS AL BEBER

La producción, transporte y gestión de residuos asociados al agua embotellada generan un impacto ambiental considerable y frecuentemente subestimado. Cada botella de plástico requiere aproximadamente 3 litros de agua para su fabricación y libera unos 100 gramos de CO2 a la atmósfera, contribuyendo significativamente a la huella de carbono personal de cada consumidor habitual. En España, se desechan diariamente más de 10 millones de botellas de plástico, y apenas el 30% acaba siendo correctamente reciclado.
El agua del grifo presenta un perfil ambiental notablemente más sostenible, con una huella de carbono hasta 300 veces menor que la embotellada. Los sistemas municipales de distribución, aunque requieren mantenimiento e infraestructura, representan una solución más eficiente desde la perspectiva energética y de recursos, especialmente en un país como España donde la escasez de agua es un problema estructural en muchas regiones. La elección del agua corriente constituye, por tanto, una decisión con implicaciones positivas para la sostenibilidad global y la preservación de recursos hídricos, aspectos cada vez más valorados por consumidores concienciados con el medio ambiente.